El Recuerdo de un Árbol

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EL RECUERDO DE UN ARBÓL 

(***)


Aún no se calcular los días humanos, solo me guío de las hojas al caer y sé que es temporada de otoño y cuando la nieve me cubre con su sábana blanca sé que es el invierno frio y despiadado.

ya ha pasado bastante tiempo supongo, ya han llegado otras familias a ocupar la casa que cuido, desde donde me encuentro puedo ver todas las ventanas del hogar, como si fueran escenas de una película separada, es muy raro saber que los humanos siendo seres muy sociables, sean a la vez tan egoístas e independientes, muchas de las habitaciones son como pequeños mundos, cada uno separado del otro, donde el sufrimiento es algo privado y no se comparte con su misma especie, aún no lo entiendo, no sé porque lo hacen.

Ya estoy vieja para recordar muchas cosas, mis ramas se quiebran con el viento, y mis flores ya no roban la mirada de los transeúntes, ni si quiera puedo cubrir con mi cuerpo una sombra enorme, mis hojas son escasas. Pero a pesar de que el tiempo pasé, yo estoy feliz que pronto seré ceniza o seré abono para la tierra, y de mis semillas nacerán otras hermosas plantas que algún día verán más cosas que yo he visto. Y también sufrirán en silencio como yo lo he sufrido.

Sí, las plantas, la especie verde que puebla sobre la tierra, el pasto, y toda la masa verde siente, vibra, sufre, todo en absoluto silencio. Hace un tiempo atrás vivía una familia, compuesta por dos padres y dos hijos, una niña de 4 y un jovencito de 15. A todos los vi creer y aparentemente eran la familia perfecta. En mis ramas hicieron un columpio con una soga y una llanta vieja y desgastada, para que la pequeña de la casa jugará conmigo. Todo iba bien hasta que algo fue cambiando en la pequeña, como una planta fue madurando y floreciendo, poco a poco fue dejando de jugar conmigo, me fue dejando de lado, fue alejándose de mí, yo extrañaba verla sonreír y jugar en el jardín, poco a poco se tornaba como una planta en otoño, ya no radiaba luz, la veía triste y preocupada. En esas habitaciones o mundos la veía pelear con sus padres, ella entraba a su habitación a llorar de impotencia, su hermano en su mundo no sabía ni le interesaba nada que no fuera él.

Ellasiempre andaba en otoño, y sus padres ignoraban eso, hacían como si no supieranque le pasaba por la mente. Una noche la vi tomar unas semillas blancas que lashabía robado de la habitación de sus padres. Esa noche que robó las semillas, estuvo muy triste y con la tenue luz de su lámpara se puso a redactar una carta que nunca entenderé que decía. Al llegar la tarde ingirió las semillas blancas, entonces la vi sonreír como si fuera la niña que jugaba conmigo en las primaveras, abrió las ventanas, bailo alocadamente en su cuarto, salto sobre su cama, dando brincos de felicidad. Yo me sentí tan feliz de verla así, hasta yo misma me alegré. Por un momento nos miramos, en sus ojos me reflejaba. Sus ojos estaban llorosos y me miro y salió de la casa para subirse en el columpio, yo toda emocionada ignore lo que pasaba. Y me sentía tan feliz de recuperar la compañía de mi pequeña niña. Luego me abrazo fuerte y comenzó a escalar por mis ramas hasta encontrar una donde pudiera dormir, yo anonadada de lo que pasaba me sentía como una madre abrazando a su hija. Ella se abrazó de mis ramas y paso toda la noche conmigo.

Ese día dormí pensando que volvería a ser primavera para mi tierna niña. Al amanecer los sonidos estruendosos de los bomberos me despertaron, yo tenía miedo de que la despertaran también y ella cayera de mis ramas, pero ella no se inmutó, unas escaleras largas llegaron hasta donde mis brazos la cobijaban y la tomaron, mayor fue mi sorpresa al verla que no despertaba. Su cuerpo parecía un cubo de hielo y al ver el rostro de sus padres allá abajo llorando, comprendí lo que había pasado con mi pequeña niña, comprendía que nunca más la vería sonreír. Sentí un dolor en mi ser, un vacío horrible.

Después del incidente la familia se mudó a otro lugar, dejándola la casa vacía para que la ocupen otras personas. Sinceramente aun no comprendo a los humanos, son muy parecidos todos, son muy egoístas y caprichosos, nunca entenderé sus mundos, sus submundos. Pero extrañaré a la pequeña que jugaba conmigo, espero que este no sea solo un recuerdo mío. Sino que los humanos aprendan a decir lo que sienten, a compartir su sufrimiento, ya que se parecen más a unas plantas mudas aun cuando tienen boca y gestos para comunicarse. Yo cuando hubiera querido decirle algo a esa pequeña niña, cuando hubiera deseado mover mis ramas y abrazarla fuertemente, cuanto hubiera querido decirle "confío en ti" "ven pronto que te espero" "juega conmigo" "te extraño" "eres importante para mí" "te amo" pero todo este tiempo me he quedado en silencio y lo único que tengo de ella es este triste recuerdo. 

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