LA SORTIJA DE LA ABUELA

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LA SORTIJA DE LA ABUELA

(***)

El aroma de la harina cociéndose en el horno de la casa viajando por todas las habitaciones es lo único que me gusta de este lugar. Las ventanas amplias y abiertas permiten que el aire del exterior entre y empuje al viaje infinito del aroma delicioso del pan.

La habitación en la que habito es del color azul marino con detalles de cuervos y estrellas salpicados por doquier. Yo? Soy una muñeca de trapo, tengo los ojos de cristal, un rostro hermoso de porcelana y alegría con unas trenzas que me ayudan a verme muy decente para mi dueña. A ella le gusta el orden y si un cuadro de su habitación o un libro está ligeramente movido se impacienta por ponerlo en su lugar.

Mi dueña cada día se siente triste, la obligan a vestirse con la ropa clásica de esta sociedad. Ella no es una muñeca para usar esos trapos. Se mira en el espejo y no sé gusta así. Te quita todo y lo arroja al piso. Prefiere los jeans, las camisas remangadas y el cabello corto.

Una noche su hermoso cabello ondeado cayo por el suelo de poco a poco, mientras ella se la cortaba con odio. Ella no era feliz viéndose como se reflejaba en el espejo y su madre la obligaba a parecerse a mí. Odiaba las trenzas que su madre le hacía, ya que también la jaloneaba desde la raíz con cada peinada que daba. Ese día decidió ser ella y desapareció todo el cabello que tenía. Comenzó a tirarlo por el techo y a brincar encima de ellos. Jamás la había visto tan feliz, que hasta me contagio la alegría de su risa. Ocupo las camisas de su padre fallecido y los zapatos de cuerpo. La verdad que yo también la admiraba.

Todo estaba bien hasta que su madre toco la puerta por el bullicio. Ella se asustó y se escondió en la cama, pero no le alcanzo a esconder lo cabellos del piso. Su madre entro a la habitación y grito del susto. Le quito la cubierta de la cama y le lanzo una cachetada. Tomo su cabecita de niña de 12 años y la arrojo al piso para que viera sus cabellos. Como si eso importará. Yo quería gritar a que se detuviera. Sus ojitos llenos de lágrimas y el dolor en su mejilla. No podía hacer nada. Su madre la humillaba mientras vociferaba cosas sobre qué es ser una mujer decente. Que las familias y la sociedad.

Mientras le gritaba la levanto del piso, la limpio del suelo y se percató de la ropa que usaba. Y se enojó más y comenzó a tirar de su vestimenta. Parecía que la iba a desarmar cual muñeco. Ella en su impotencia se quedaba parada y calladita. Por sus mejillas corrían como ríos de lágrimas de impotencia.

De la cartera que llevaba con ella saco un anillo muy antiguo. Explico que era una tradición de la familia pasar ese anillo a las hijas de las siguientes generaciones al cumplir los 15. Ella apenas luchaba con sus 12 y esa bruja la quería convertir en la mujer que ella no quería ni siquiera ser. Ella no escuchaba nada. Solo cuando menciono que su abuelita había sido propietaria de ese anillo antes de pasar a ella.

Esa Noche la niña no durmió nada. Vio en el mueble donde estaban todas las cosas que su madre le dejo. Los labiales, las paletas de colores para sombrearse los ojos. Los vestidos que había mandado a hacer y le dijo que era una mal agradecida. La niña amaba a su abuelita porque era una persona que siempre la dejo ser ella. Ser tosca y usar vaqueros. Se sentó en frente del espejo. Se colocó el anillo de la abuela en el dedo anular. Miraba su cabeza raspada y sus ojos hinchados.

Aun no entiendo cómo es posible que los padres no conozcan a sus hijos, que no sepan que colores les gusta. Qué ropas usan más, si les gusta las trenzas o el cabello raspado. De quién están enamorados. Si sus gustos son únicos o si son corrientes como todos los demás. Por qué no preguntar si deseaba ser mujer visualmente para el pueblo. En vez de obligarla y robarle las lágrimas cada día. Nunca entenderé porque no importan sus opiniones de los pequeños que deberían tener la opción de elegir. Ella nació con su propia naturaleza, rebelde e indomable. Su abuelita la amaba así. En fin.

Abrió los colores y comenzó a maquillarse. Yo la vi con una leve sonrisa. No entendía el panorama. La lámpara de luz tenue no me dejaba ver su rostro completamente. Pero escuchaba que su corazón estaba desconsolado. Terminó de maquillarse, se puso su hermoso vestido rosa con detalles en blancos. Los guantes aun le quedaban grandes, pero no entendía que pasaba por su cabecita. Pensé que había aceptado las imposiciones de su madre.

Cuando comenzó a desarmar su cama fue mi mayor sorpresa. Tomo las sabanas he hizo una gran trenza fuerte. Subió a la silla y la acomodo a la ventana. Cabe recalcar que estábamos en el 3er piso de la casa. Ato todo perfectamente. Era una niña que adoraba montar caballos y hacia los mejores nudos del pueblo. Sus mayores travesuras eran atar los zapatos de los vecinos cuando se distraían y dejarlos tropezar. Amaba las travesuras de esa niña, me llevaba a todas partes con ella.

Bajo de la silla y por un momento pensé que se había arrepentido. La mira y miró. Comenzó a llorar desde lo más profundo de su ser, creo que yo podía llorar sin saberlo. Me llevo al espejo y comenzó a modelar. Y se acercó al espejo y se lanzaba besos. Beso su reflejo y ya nos había llegado las 4 de la mañana. El cielo parecía darle la bienvenida. Me apretó fuerte y me dio el último beso. Subió a la silla, puso la soga hecha de sabanas en su cuello. Me abrazo fuerte y saltó.

Sentí como caigamos a una velocidad y sus brazos me seguían apretando a su pecho. Sus lágrimas aun goteaban y goteaban hasta que ella se rindió. Sus brazos ya no podían abrazarme con la misma fuerza de un vivo y caí. En esa caída pude verla colgada con todo el maquillaje arruinado de tanto llorar, su cabecita blanca. La niña que amaba vivir y ser diferente yacía colgada en la ventana del 3er piso.

En la mañana la madre la encontró. Llamaron a la policía. La madre se volvió loca, sintió la culpa de que ella fuera la que la impulso al suicidio. ¿Acaso no era evidente? Estaba arruinándola cada día. Era una flor y ella no le echaba agua sino era el sol que la quemaba hasta dejarla seca, sin sonrisas y sin motivos para vivir.

¿Por qué los humanos esperan la muerte para pedir disculpas? ¿Por qué esperan la perdida de alguien por sus actos para cambiar? ¿Era necesario perder a mi niña? ¿Es necesario marchitar a cualquier niño solo por ser diferente?

Aún sigo en la habitación de la pequeña. Todo está abandonado. Algunos dibujos siguen medios colgados en la pared. Los azules de las paredes parecen gastados ya. Este cuarto fue sellado con todas las cosas de la pequeña. Incluido yo. El olor del pan entrando por los rincones de la puerta es lo único que me recuerda a ella.

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⏰ Última actualización: Oct 20, 2021 ⏰

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