Después del abismo

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Disclaimer: Ni Evangelion ni sus personajes me pertenecen.

Después del abismo

Desde el primer instante en que escuchó de esta misión supo que era un suicidio. Era más que innegable que las posibilidades de salir con vida de allí eran casi nulas; sin embargo, acallando la voz de su cordura que le gritaba no hacerlo, Asuka, alzando la mano con entusiasmo, se ofreció como voluntaria. Aún así, por dentro, sabiendo que había cometido un error, Asuka se empeñó en aplacar sus crecientes miedos.

Así pues, luciendo una gran sonrisa en su rostro, la chica pelirroja se preparó y de inmediato entró en su amada Unidad 02. La principal razón por la cual aceptó sumergirse en aquel volcán era más que obvia para ella: demostrarle a todo Nerv que, por encima de cualquier otro piloto, ella era irremplazable. Necesitaba reafirmar; aunque se pusiese en peligro a sí misma, que Asuka Soryu era única e inigualable.

No le importó el insoportable calor que la rodeó, ni el copioso sudor acumulándose en su cuerpo, ni el vergonzoso traje que le obligaron a usar para pilotear. Para Asuka nada de eso era importante mientras pudiese seguir ostentando el título de Segunda Elegida; no obstante, justo antes que ingresase en el burbujeante magma, sin que lograse contenerse, quiso la atención de una persona en particular.

Deseo que, incluso a ella misma, la tomó por sorpresa.

¡Mírame, Shinji!

Fiel a su estilo grandilocuente, feliz de robarse las miradas del modesto Shinji Ikari, Asuka se sintió como una bailarina de ballet al adoptar una pose de victoria al hacer contacto con la roca fundida. Hasta ese punto, todavía suprimiendo sus temores, la gran Asuka Langley Soryu tenía el control de la situación, jactándose, en sus adentros, de ser la mejor opción para cumplir con esta tarea.

A medida que fue descendiendo, escuchando la voz de Maya indicando la profundidad cada diez segundos, Asuka aprovechó el aislamiento de estar allí abajo para quitarse su máscara y liberar su verdadera cara. La Asuka real, y no la piloto de un Eva, miró con preocupación cómo el brillo rojizo de la lava le impedía ver sus alrededores, dejándola, inevitablemente, cegada por una densa bruma carmesí.

De haberle sido posible, hubiese salido nadando de ahí cuanto antes; empero, empujándose más allá del límite, Asuka se repetía mentalmente que debía recalcar su valía. En un esfuerzo por apaciguar su galopante corazón, la germana, cerrando los ojos por un momento, se enfocó en recordar a Kaji y su seductora personalidad. Por consiguiente, apretando las palancas de mando, Asuka se aferró a él.

Siendo su recuerdo más cercano cuando Kaji la llevó a varias tiendas de la ciudad para comprar un bikini nuevo, la Asuka de aquel día, empeñada en concretar la enfermiza fantasía que residía en su cabeza, hizo cuanto pudo por provocar que su tutor la viese como una mujer y como una potencial pareja romántica. Pero Kaji, siempre teniendo muy presente que eso no pasará, se mantuvo distante de ella.

Un crujido metálico, proveniente de la armadura que la protegía, representó a la perfección la decepción que experimentó Asuka al ver como Kaji ignoró todos sus acercamientos. Cuando vivían en Alemania, siempre atento a sus caprichos, Kaji jamás se atrevió a ignorarla manteniendo encendido aquel fuego que aliviaba el frío de su soledad. Desgraciadamente para ella, al llegar a Japón, Kaji cambió.

Por fuera se veía igual: confiado, guapo y sensual, pero Asuka pudo notar la inmensa diferencia. A pesar de que desconocía lo que ocurría entre Kaji y Misato, para Asuka fue muy evidente que su jefa acaparó por completo al hombre que juraba amar. Kaji ya no la telefoneaba con la misma frecuencia de antaño, ni se veían como lo hacían en Berlín, ni tampoco parecía adorarla como a ella tanto le gustaba.

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