Introducción

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"Antes de que todo acabe, me gustaría enseñarte algo". Ceisia no dejaba de repetir aquellas palabras en el interior de su cabeza mientras ascendía lentamente, peldaño sobre peldaño en la vieja mansión Richards. Llevaba siendo su hogar desde hacía casi 8 años, poco después de la caída de Quel'thalas a manos de "la plaga". Al terminar de subir las escaleras volvió la vista hacia su mano derecha, donde reposaba el modesto anillo que le había regalado Will un par de noches antes. Un anillo de compromiso. Se conocían desde pequeños, pero llevaban sin verse desde la construcción del muro de Cringris. Luego tras su caída todos pensaron que había fallecido, pues funestas noticias comenzaron a llegar, seguidas de los rumores sobre una nueva amenaza que se preparaba para caer sobre la humanidad.

Y, como si de un hijo pródigo se tratase, un día reapareció en Theramore. Pero ya no era el mismo. Su pelo rubio se había oscurecido, su piel había palidecido y sendas arrugas habían marcado su piel. Desnutrido y agotado tardó días en recomponerse bajo el cuidado de su madre y las dos criadas de la mansión, dedicadas exclusivamente al cuidado del heredero del título de Lord Richards. William aceptó de buen grado a sus nuevas cuidadoras, impidiendo eso sí cualquier intento de que cualquiera de las criadas le asistiera mientras se bañaba, no se sabía si por recelo o por pudor.

El tiempo se ralentizaba al ritmo que el antes escueto pasillo que llevaba al ala este del edificio comenzaba a alargarse peligrosamente. Traicioneros pensamientos invadían la mente de Ceisia. William era prácticamente el único amigo que le quedaba, pues en Theramore había sido recibida con escépticas miradas debido a su procedencia ya que, aunque fuera normal la llegada de elfos a la ciudad, no era común que acabasen viviendo bajo el techo de un humano. Aquella ciudad, rodeada por el infinito Marjal Revolcafango y el desafiante Mare Magnum, se había convertido en una prisión cuyos muros no hacían más que oprimir el espíritu aventurero que la joven Quel'dorei siempre había tenido. Y ahora William había decidido que era buena idea pedirle la mano. Ella se sentía en deuda con la familia que la había acogido tras su destierro durante el alzamiento de los Sin'dorei, y apreciaba verdaderamente a William, casi como si de uno de sus hermanos se tratase. No veía sentido una unión de este tipo, era algo casi antinatural. En el Alto Reino siquiera tratar a los humanos de tú a tú podía llegar a considerarse una humillación.

Pero no estaba en el Alto Reino. Ya no. Lejos quedaban las tardes paseando por los bosques, relajándose en los bancos de Plaza Alacón, de maravillarse ante la aguja de la escuela Ocaso Marchito. Apenas recordaba ya el sabor del pan mágico que se servía en el Gran Bazar de Lunargenta, de las salas de descanso en las inmensas bibliotecas o los concursos dónde los mejores transmutadores del reino debían demostrar sus capacidades y crear el mejor vino a partir de la nada.

Esos días habían acabado atrás, pero el dolor procedente del rechazo y la incertidumbre tras su destierro le habían llevado a odiar en lo que se había convertido Quel'thalas tras la Tercera Guerra.

Se detuvo antes de llegar a la puerta de las dependencias de su prometido. ¿Qué quería mostrarle William? En parte temía averiguarlo, pero aquel hombre había sido su amigo por años, a pesar de que el joven alegre y lleno de vida había sido sustituido por un alma en pena que vagaba por los rincones de la mansión.

Poco a poco levantó el puño, aún con dudas por un extraño presentimiento. Algo le decía que no le iba a gustar lo que encontrara tras aquella habitación, pero a la vez algo le hacía querer descubrir qué quería enseñarle. El puño comenzó a descender sobre la madera de cedro hasta que sus nudillos rozaron la fría madera. Se detuvo por un segundo antes de golpear la puerta, esperando la respuesta de William. Miró hacia el suelo un segundo y suspiró mientras levantaba el semblante con dignidad. Pero al volver a mirar descubrió una marca sobre la puerta. Un arañazo sin duda, que acaba de aparecer como por arte de magia, de gran tamaño. Una amarga sensación invadió la garganta de Ceisia, que retrocedió varios pasos mientras la puerta se abría ofreciendo oscuridad. Por más rápido que caminara, poco a poco su cuerpo se iba acercando al umbral de la puerta, atrayéndola como si su destino fuera ser engullida por el abismo.

[Fanfic Warcraft] El demonólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora