Prólogo

51 9 6
                                    

Las manos se me entumecen, al parecer el estar tanto tiempo atado a la maldita silla ya me está causando estragos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las manos se me entumecen, al parecer el estar tanto tiempo atado a la maldita silla ya me está causando estragos. Tengo frío, aunque después de haberme pasado la noche desnudo supongo que es  normal. De repente la puerta se abre y él entra en la habitación, su traje se halla tan arreglado como siempre, me mira con un ligero toque de molestia.

—Sabes que lo que hiciste sólo me ha traído problemas, ¿verdad?

Alzo mi vista y me quedo sin responder, no importa lo que diga, al fin y al cabo sé que este es mi fin. Se acerca a mí retaguardia y pone su mano en mi cuello, ejerciendo una ligera presión.

—Deberías morir, un insecto que sabe tanto como tú no es necesario en este mundo

La presión aumenta. Dicen que cuando alguien está a punto de morir ve su vida pasar frente a sus ojos, pero por alguna razón yo solo rememoro aquel día, aquel fatídico día en que lo conocí, a él y a su esposa

ConvergenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora