CAP. 1

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Un último suspiro inundó la habitación de aquel hospital el 29 de octubre. Ahora un alma más había deshabitado el cuerpo de una persona. Específicamente de Taeyong. Algo que a la vista de Doyoung preferiría nunca haberlo sabido.

¿Era esto producto de su imaginación? le encantaría que fuera aquello lo que recientemente presenció. Pensó en todas las posibilidades de que no fuera cierto, incluso cerrando fuertemente sus ojos. Al abrirlos lamentó volver a ver el cuerpo sin respiración tendido en una cama junto a un monitor cardiaco a su costado. Uno que ahora solo emitía un zumbido repetitivo.

Su realidad era esta. Ya no había vuelta atrás.

La delgada bata que Taeyong llevaba se humedeció de las grandes lágrimas que los ojos de Kim brotaban. No podía decir que era algo que se veía venir, Taeyong era un chico sano.
Lograba hasta cansarlo con su estúpida buena alimentación, y sus exagerados ejercicios en la madrugada. Razones que simplemente no clasificaban en el motivo de la muerte de su novio.

Su corazón dejó de bombear súbitamente.

Si era un karma de su vida pasada le estaba cobrando muy caro.

"Las personas no duran para siempre, especialmente las buenas. A estas se les reduce mucho más el tiempo en el mundo."

Recordó las palabras de su madrastra luego de haber asesinado a su padre frente a sus ojos. Una persona noble, algo atípico en alguien de dinero, que por error decidió involucrarse con una persona interesada, dueña de su muerte. Esta le mandó a un orfanato a sus cuatro años, en el que estuvo internado hasta su mayoría de edad.

Fue sacado a las patadas de allí, incluso las monjas estaban felices de su partida. Era un dolor de cabeza en ese hogar. Fue su desquite de cierta manera.

Salió sin una pizca de dinero, desempleado, y con su mayor pesadilla encima; vivir. Vivir dependiendo de él mismo, la peor combinación. Ya tenía suficiente con que lo levantaran a las cuatro de la mañana con una trompeta rompiéndole los tímpanos durante 14 años, ahora eso de sobrevivir estaba peor.

Sin embargo, agradeció el hecho de recibir clases en aquel orfanato. Al menos sabía sumar.

Rápidamente consiguió un trabajo en un supermercado, y por las noches iba a un curso de teatro. Siempre quiso estudiar artes escénicas, verse como una famosa estrella de Hollywood. Sueño que a lo lejos se veía frustrado, mas siquiera quería aprender a actuar.

Allí conoció al amor de su vida. De un modo un tanto peculiar.

Encerrado en un baño soltando leves sollozos. Claramente la curiosidad es algo que los humanos naturalmente poseen, pero la del pelinegro era mucho más atrevida.

"Hey, ¿por qué estás llorando?"

"Qué te importa"

Hubo un pequeño silencio entre estos.

"Pensé que me insistirias. Está bien, soy el maldito árbol en la obra"

"Puff, qué llorón. Yo soy la nevera"

El castaño río.

"Cállate, se supone que estaba llorando"

"Créeme, es mucho mejor no tener diálogo en una obra. Puedes tirarte tranquilamente un gas y ser amortiguado por la voz de los personajes principales"

"Siguiendo tu lógica me puse a pensar en cómo sería si sucediera eso pero en los protagonistas, qué vergonzoso"
—las risas regresaron.

La puerta lentamente dejó ver a un chico. Asumió que era un tanto mayor que él. Este sonrió tímido y permitió que la puerta se abriera completamente hasta ver toda su silueta.

"Doyoung, mi nombre es doyoung"
—se presentó antes de que las cosas se tornaran incómodas entre aquellos.

"Ya lo sé, tonto. Tu suéter lo dice"
—todos los participantes portaban un suéter con su nombre bordado, cortesía del teatro.

"Es cierto, lo lamento Lee...¿Taeyong?" —preguntó inseguro de haber dicho incorrectamente el nombre del contrario.

"Así es".

Y esa pequeña anécdota desató un completo amor. Poco a poco descubrió que Taeyong tampoco tenía padres, o que ya no los consideraba unos a partir del momento en que decidió escaparse de casa. Estos tampoco tuvieron el mínimo ánimo en buscarlo.

Era un tanto testarudo, siempre queriendo llevar la contraria. Su calma se revelaba mientras este leyese. Precisamente por eso su mejor pasatiempo era leerle a Taeyong mientras su cabeza descansaba en su regazo. Oir sus sonoros ronquidos era música para sus oídos.

No supieron cuándo comenzaron a salir. Los besos fluyeron y nunca existió la necesidad de saber qué eran. Porque ellos lo sabían a pesar de nunca haberlo platicado, ambos ojos al contemplarse mutuamente representaban la respuesta.

Ah y eso, eran un par de cursis.

                                  ///

Besó el dorso de la mano de Taeyong con sumo desespero. Ésta ya había tomado un color más blanquecino del habitual, y poseía una temperatura realmente fría.

Sería la última vez que podría sentir el cuerpo Taeyong.

suicide necessaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora