CAP. 3

34 0 0
                                    

31 de octubre.

Halloween. Esa maldita celebridad que los niños esperaban a partir de su finalización, o el gran dinero que sometían sus padres en el disfraz que escogiesen. Mayormente iba dirigido a los infantes, pero cuando se trataba de adolescentes y relativamente adultos las cosas tomaban otro giro; las estúpidas fiestas que sus vecinos hacían nunca faltaban. Desde allí se podía sentir el olor a marihuana mezclado con el sexo, los gritos, la música y los altos pisoteos.

Doyoung odiaba Halloween, pero amaba a Taeyong. Y Taeyong amaba Halloween.

Y en consecuencia de ello, Taeyong siempre lo vestía de algún personaje. Luego salían juntos a repartir dulces a quienes se lo solicitaran. 

Fue una acción que Taeyong siempre gustó de hacer; muy prontamente dejó de sentir el afecto por parte de sus padres, y ver a aquellos niños revoltosos ir de casa en casa esperando una gran cantidad de dulces en su bolsa lo confortaba de alguna u otra forma. Como el alcohol a un alcohólico, o el tabaco a un fumador. No precisamente, pero tenía un leve aire. 

Retomando el presente, podemos apreciar a un Doyoung forrado en un disfraz de conejo. Se veía con atención en el espejo que el armario llevaba consigo, incluso podía escuchar desde ahí el adorable que Taeyong no dudaría en hacerle saber. Cerraba sus ojos para evitar caer en manos de sus lagrimas, se había tardado demasiado en pintar su rostro para estropearlo. Más de lo que ya era por su cuenta, por cierto. Doyoung no sabía maquillarse. 

Un veinteavo suspiro abandonó sus labios, era lo único a lo que se dedicaba últimamente. 

Salió del departamento acompañado de una molesta etiqueta que hacía contacto de manera persistente con su nuca. Tan enfocado estaba en tranquilizar la ligera comezón que olvidó sacar la bolsa llena de dulces, una densa concentración culpable de hacerlo bajar todo el edificio. Frustrado volvió a subir a su apartamento, sacando rápidamente las golosinas. Dentro de la acción de bajar los escalones se encontró a un chiquillo del segundo piso. 

—¡Doyoung! —le llamó el niño de aproximadamente unos cuatro años— ¡Taeyong te convenció! Adivina quién fue el que le metió la brillante idea de que se disfrazaran de ello...

—Con que fuiste tú, pequeño ingenioso —inició un pequeño ataque de cosquillas al lindo párvulo, ganándose unas escandalosas risas—. Y usted, señorito Zhong, ¿me permitiría saber de qué está disfrazado?

—Por supuesto, mi súbdito más leal —Doyoung abrió la boca, ofendido por el sutil insulto que Chenle le dijo, se introdujo completamente en su personaje que incluso sonó natural—, soy el príncipe Jong Jin Rak, y debes besarme los pies mientras yo lo desee. 

—Suficiente, señor Jong Jin Rak, creo que se excede un poco. 

—Quizás hayas olvidado que soy yo quien da las órdenes en este lugar, lo harás o te cortaré la cabeza. 

—Bueno, en ese caso podrías hacer un festín de conejo con mis restos, ¿no te parece una excelente idea? 
—preguntó Doyoung, viendo unos ojos pensativos en el contrario.

—Te doy la razón absoluta, me favorecería mucho más de lo que pensaba —afirmó—. Lo dejaremos pasar por esta vez, criado. De volverse a repetir, créeme que realmente disfrutaría de comerte.

—Le diré a tu madre que te prohíbe el televisor por una largo tiempo
—finalizó la conversación arreglando unos cuantos hilos de cabello que se colaron por la frente del menor, y se fue de allí.

— ¡No te atrevas! —le gritó—, ¡Nos vemos luego! ¡Dile a Taeyong que para la próxima se esfuerce más en maquillarte! ¡Pareces un payaso! —se burló Chenle, mientras regresaba a su departamento.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 06, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

suicide necessaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora