Llegó el día, un 26 de julio, la familia Hastings dio el gran paso, cogieron el avión que salía temprano del aeropuerto de Heathrow en dirección a Sydney. Muy cargados, la familia se encargó de facturar sus respectivas maletas y, seguidamente, subir al avión, iniciando este largo trayecto hacia la ciudad australiana.
Pasó casi una hora y el avión aún no había despegado, debido a los controles de maletas y de comprobar que todos los pasajeros estaban cómodos. Pero instantes más tarde despegó; estaban dejando su tierra natal y más preciada, la bella Inglaterra. Aya aún no se creía estar volando en avión dirección a Australia. Nunca había estado allí, y la verdad, a pesar de sus nervios, deseaba ver cómo era la vida en aquel lugar tan alejado.
- "Duerman un rato, les avisaremos cuando estemos llegando"- dijo la azafata.
Y así fue.