Una vez haber llegado a tierras australianas, Aya y su familia fueron a buscar todo su equipaje y se dirigieron hacia el taxi que, por lo que parecía, el padre de Aya había pedido para que les llevara a su vivienda.
Salieron del aeropuerto, y justo delante, un hombre alto permanecía de pie al lado de un taxi.
- Es usted el señor Hastings? - dijo amablemente el taxista.
- Sí, usted debe ser el señor Evans verdad? Un placer.
Dicho eso, metieron su equipaje en el maletero y subieron al taxi. Ya que su casa se encontraba bastante lejos y el viaje en taxi era largo, Aya, conectó sus auriculares en el móvil. Sonaba "Time Bomb", una canción que le encantaba. Enseguida, pero, vencida por el cansancio y sueño, Aya cayó rendida, apoyando su cabeza en el hombro de su hermano.
Una vez llegaron a su destino, Nick, dulcemente, palpó la cabeza de Aya, diciendo con una sonrisa:
- Levántate, enana, ya hemos llegado.
Aya, aún desorientada debido al Jet Lag, apagó la música, guardó sus auriculares en el bolsillo de su pantalón y salió del coche.
Realmente, cabía decir que era una casa muy bonita, parecía grande y muy espaciosa. Una vez entraron, dejaron todo su equipaje a la entrada del comedor y fueron a inspeccionar la casa.
- ¡Esta va a ser mi habitación!- dijo Aya toda eufórica una vez subió las escaleras a toda prisa.
- Si venga, te quedas tú la más grande de estas dos. No es justo, yo soy el mayor, así que debería ser yo el que se quedara con la habitación más grande. - musitó Nick, bromeando a su hermana.
Aya, simuló una cara de pena a Nick, ya que ella quería, esta vez, tener la habitación más grande, debido a que la habitación de su hermano siempre había sido más grande que la suya.
- Bueno, vale, está bien. Toda tuya hermanita. - dijo Nick.
- ¿De verdad? ¡Muchas gracias! - exclamó Aya saltando de la alegría. Ese método no le fallaba nunca.
Una vez ya más o menos instalados y con las cosas en su sitio, la familia Hastings decidió ir a buscar comida al supermercado para poder cenar.
- Ya voy yo. - dijo Aya muy convencida.
- Pero si aún no sabemos dónde se encuentra o si está o no muy lejos... - exclamó Karen,
- Da igual, ya me las apañaré como pueda mamá. - afirmó Aya.
- De eso nada, acabamos de llegar y no quiero que ya te me pierdas.
- Nick me guiñó el ojo.
- Bueno, vale, ¡qué remedio! - dijo Aya riendo y mirando a su hermano.
Nick, soltó una carcajada y tocó la cabeza de su hermana diciendo:
- ¡No cambiarás nunca, chica! - dijo abrazando a Aya.
Una vez eso, los dos se encaminaron dirección al supermercado; necesitaban encontrar su ubicación y estarían allí en un periquete.
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