Miedo.
El aire recorre difícilmente por mi garganta, el vientre me quema en cada inspiración, intento moverme logrando que masculla en silencio, algo estaba roto en mi costado derecho, o eso supongo por qué dificultaba el que me mueva para estar en pie.
«¿Que acabo de pasar?»intento procesar presionando la mano en lo que detecto costillas rotas y guiar la vista adelante al responsable.
Es un hombre quien me devuelve la mirada, o para ser más exactos el tutor del aula quien me enseña una sonrisa sádica.
Nada de eso tenía sentido, ¿Por qué me atacaba y se mostraba de esa manera tan intimidante?
—Es sorprendente lo fácil que es engañarte, nunca había conocido ha un mediasangre con ese nivel de ingenuidad —tuerce la boca—. Realmente es algo patético.
«Mediasangre, ¿A qué se refiere?»presiono los labios admirando sus profundos ojos negros, transmitían repugnancia y odio.
No esos comprensivos orbes cuando me animaban cuando me sentía triste o sola, ni esa gentil sonrisa que proporcionaba seguridad en que todo estaria bien.
«No lo entiendo»bajo ligeramente la vista al suelo observando el desastres que es mi ropa y un pequeño papel tirado en el suelo.
Lentamente estiró el brazo para tomar aquel pequeño pero especial recuerdo entre los dedos y observarlo con gran ahínco. Una fotografía de mi familia, el mayor tesoro que tengo, arrugado y sucio entre mis dedos. El único recuerdo de quien fue mi madre y de cuando todo parecía estar bien.
Vuelvo la vista al mayor que ha seguido mis movimientos.
—Tsk... —chasquea la lengua.
«No puede ser realmente el profesor Mizuki»quisiera decirlo.
No, en su lugar se encontraba otra persona tan distinta.
—Q-Quien eres... —murmuro temerosa de oír alguna respuesta que no quiera.
Un hormigueo recorre en la piel y una extraña densidad parece levantarse de alrededor.
No es la primera vez que pasa, no en la que el ambiente cambia de manera rara aturdiendome. Siempre creí que eran imaginaciones mías, extraños episodios o alucinaciones, más ahora...
Curvea los labios—Quien acabara con tu vida —en un segundo la distancia deja de existir.
Mi cuerpo sin pensarlo reacciona desviando su golpe a otro lado y retroceder, la fuerza de sus ataques es descomunal obligandome a usar las dos manos, más aún así es difícil seguirle el ritmo.
Tras cada paso que da adelante merma mi defensa.
—Concentrate, observa atentamente a tu oponente, lee sus movimientos por hacer y actúa.
La frase se filtra en mi cabeza tras sentir dolor en el costado, más mantengo la vista entablada al hombre.
Nunca me ha gustado pelear, los entrenamientos que me obligaba mi padre a tener son recuerdos amargos, no obstante, ahora parece ser como si tuvieran un verdadero propósito.
—Tch, maldi...
Mi palma golpea su estómago tras impulsarme empujándolo a un par de metros atrás.
No luce dale todo afectado, sin embargo son segundos suficientes para que de un vistazo a mi entorno para comprender que hacer.
«Enfrentarlo no es una opción»determino presionando el costado buscando aliviar la agonía que siento.