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Era una noche de invierno en Ribanovia.

Los copos de nieve caían desde el cielo negro con elegancia, cubriendo así, todas las calles de esta ciudad.

Estos eran los peores días para Harry, cuando el frío calaba en sus huesos y aunque se tapara con todos los cartones y mantas viejas, no lograba mantener una temperatura que lo mantuviera caliente.

El frío era tal que no sentía los pies, las manos, los labios, ni la nariz.

Mireya esa noche les había dado a todos un plato de comida caliente y se sentía muy feliz por eso, por que al menos no tenía hambre y su cuerpo se había acostumbrado al frío con el tiempo.

Contaba las horas hasta el amanecer mientras trataba de conciliar el sueño.

Él se encontraba bajo un techo de maderas muy viejas y con moho. Tres paredes formadas con rejuntes de cartón y plásticos, era su casa, su propio intento de refugio del frío. No era muy grande tampoco, apenas entraba él y su bolsa de cosas que consideraba importante, como por ejemplo lo era su oso de peluche que había encontrado hace bastante en un parque, cuando solo tenía seis años y esa fue una de las cosas que lo mantenían distraído de la realidad siendo solo un niño.

Luego de ser abandonado por su padre a los 8 años, quien también era un vagabundo, el solo siguió sobreviviendo, escapando de los policías, que tampoco era muy complicado, ya que estos casi siempre hacían vista gorda y no controlaban mucho la ciudad, que cada vez era menos habitada.

Una nueva ciudad había surgido más al norte y las personas decidían ir a trabajar allí, dejando solo a los más antiguos ciudadanos en Ribanovia.

Sus ojos se fueron cerrando y de a poco estaba cayendo en los brazos de morfeo, hasta que Bonito entró por la precaria puerta de cartón y plástico haciendo que Harry se alertara y sacara su cuchillo de las mantas apuntando hacia la puerta.

Pero al darse cuenta de que solo era su perro suspiró.

-Vas a matarme un día de estos Bonito, ven aquí- dijo abriendo sus mantas y el perro se sacudió la nieve antes de entrar bajo los brazos de su dueño.

-Eres un perro muy bueno- dijo dándole un beso- muy muy bueno... ahora es hora de dormir, que descanses bien.

Y así Harry se acomodó mejor entre las mantas y acurrucado contra Bonito se durmió. Entre ambos lograban darse calor mutuamente y pasarian una mejor noche.
















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Loli.C

20:42
19-10-21

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