Sangre y Tratado (TRILOGÍA FAMILIA REAL)

CAPÍTULO 1: El amante.

El cielo anuncia que se aproxima una tormenta, el pueblo no es el mismo desde que Laurent se fue. Llueve con más frecuencia, las noches son largas y hace tiempo que no veo ni un diminuto rayo de luz del sol.

Esther y yo descubrimos que Laurent posee la habilidad de manipular los elementos de la naturaleza, como en mi caso con el fuego, todavía intento convencerme de que es una simple casualidad pero mi corazón me hace creer otra cosa.

Algunas noches sueño con ella, sueño con el día en que nos conocimos, sueño con su mirada y su sonrisa, mi mente se niega a olvidarla.

Hay días en que creo haberla visto, caminando por la carretera en las madrugadas, de pie en el mismo risco en el que perdió su inmortalidad e incluso en la que alguna vez fue su casa cuando regresó a Arlom.

Me sigo arrepintiendo de no haberme despedido cuando me lo pidió, en aquel momento me sentía muy enojado por la forma en que me engañó para salvar la vida de Julio, sobre todo por el hecho de que yo hubiera estado dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ayudarla, eso me hace sentir peor.

Esther me contó que no era la primera ocasión que traicionaba a alguien para proteger la vida de su "mejor amigo"; alguien tan antiguo como ella, había conocido a una infinidad de personas y había enfrentado muchas situaciones en las que tuvo que elegir renunciar a algo con tal de permitir que Julio continuara acompañándola. También externó su duda de que lo único que existiera entre ellos fuera amistad y no una clase de amor incondicional que nadie era capaz de comprender, ni siquiera ellos mismos.

Las cosas han cambiado mucho para mí desde el enfrentamiento Amery, pude notar que tengo un poco más de control sobre mi magia y energía, las venas doradas que adornaban mis brazos desaparecieron y pude regresar a la preparatoria para terminar mi último año; meses más tarde también ingresé a la universidad y pude volver a jugar lacrosse.

Estudio Literatura Creativa, solamente faltan dos años para terminar la carrera, he estado pensando en salir del pueblo una vez que me gradué y buscar trabajo en alguna editorial en el exterior.

Este lugar aún me asusta y más porque soy consciente de que existen muchas cosas acerca de mi familia que desconozco, me aterra pensar que el caos regrese a mi vida y no pueda ser capaz de dominarlo como la última vez, sé que las consecuencias pueden ser irremediables para mí.

Hace tres años que no uso magia, me he enfocado en mantener un bajo perfil y existencia serena, gracias a eso, he podido entrar a la universidad y continuar en el equipo de lacrosse pero la realidad es que todos los días estoy preocupado e inquieto por qué no sé en qué momento tendré que utilizar mi energía y despertar de nuevo a un Silas que hasta a mí me intimida.

En estos años gracias a la ayuda de Amelia pude descubrir que mi familia no era tan santa como lo pensaba. 

Al parecer ellos fueron los que encontraron a Orien, el hermano mayor de Laurent; justo a las orillas del mar, cuando nació. Amelia me entregó un viejo diario de mi abuela en el que coleccionaba historias que le contó su padre, que pasaron de generación en generación acerca del linaje.

Orien era apenas un bebé cuando apareció en Arlom hace más de ochocientos años, mi familia nunca se imaginó que la tranquilidad que les rodeaba desaparecería gracias a ese niño. Según la historia, fue un pequeño que no dejaba de llorar y se negaba a ser alimentado con leche materna, rechazo a cada nodriza que se le otorgaba.

El gris de sus ojos era tan intenso, que aquellos que los miraran por más de un minuto, terminaban invadidos de miedo paralizante y sofocante, lo más extraño es que los ojos del niño no permanecía siempre del mismo color y en ocasiones se tornaban de blanco como el color de una perla, solamente en ese único instante del día dejaba de llorar, pero cuando aquel efímero suceso pasaba, el llanto aparecía de nuevo.