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La segunda vez que Hyunjin conoció a Han Jisung fue en un sueño.
Recuerda estar en lo que parecía ser un prado pero no podía ver muy bien debido a que estaba cubierto con neblina espesa, intentó caminar pero por más pasos que daba no avanzaba ni un poco. Justo cuando su paciencia llegó al límite y su desesperación comenzó a burbujear en su pecho escuchó una voz que tarareaba en algún lado.
Intentó escuchar atentamente y avanzó hacia aquella voz, no era una melodía que él conociese o al menos no la reconocía en ese momento pero por alguna razón le trajo calma a su ansioso corazón y le transmitió seguridad por lo que sin dudarlo siguió buscando el propietario de aquella dulce voz, y lo encontró.
Entre la neblina pudo dislumbrar luz que se fue haciendo cada vez más clara a medida se acercaba, y luego se topó con la orilla del mar mostrando una puesta de sol dibujada en tonos naranjas en el cielo dándole la bienvenida.
Toda la desesperación que alguna vez sintió desapareció sin dejar rastro, paseó su mirada por el lugar encontrando así al dueño de aquella voz, estaba de espaldas a él viendo al horizonte y aún tarareando aquella canción. Era un chico con cabellos rubios y una camisa blanca ligera cubriendo su torso, sin embargo no podía verle el rostro.
Hyunjin se acercó con cautela extendiendo su mano, tratando de tocar el hombro de aquel muchacho sintiendo todo su ser cosquilleando cada vez que avanzaba un paso más pero justo cuando sus dedos estuvieron a punto de rozar la tela de su camisa...
— ¡Hyunjin, baja!, ¡ven a ayudarme!
Despertó.
Sus ojos parpadearon varias veces en busca de ahuyentar el sueño que aún tenía y adaptar sus pupilas a la luz del día. No tenía ni idea de qué horas eran pero a juzgar por la luz del sol que se asomaba por su ventana apoyada en su escritorio se había quedado dormido y ya era tarde, de nuevo.