Síndrome Géminis

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El cielo gris va oscureciendo mi interior, ya no distingo claramente mi reflejo. Sigo anhelando la salida del sol.
¿Qué es real? ¿Qué es falso? ¿Por qué?
Lo que antes llamaba vida ahora solo puede ser descrito como desastre.

Comencé a buscarme sin saber que estaba perdido, nunca fui suficiente para cumplir las expectativas y una parte de mi moria al ser inútil.
Ahora estoy perdido sin saber cómo buscarme o incluso si todavia puedo hacerlo. Las dudas son nubes de lluvia que nublan mi futuro, oscurecen mi vista y augurian lo peor.

Me siento observado cada segundo de mi vida; cuando duermo esa sensación de los ojos brillantes que no despegan su atención de mi cada vez más fragil cuerpo es lo único que me acompaña. Sé que estoy en riesgo en todo momento, camino nervioso, sudo y las manos me tiemblan. Mi mente, que era antes mi refugio, es ahora el último lugar en el que quiero estar. Me converti en el protagonista de una pesadilla, la víctima favorita del miedo.
No puedo abrir la ventana porque el viento entrará a cortarme, no puedo ver el sol porque hará lo posible por quemarme, tengo miedo de bañarme por si el agua intenta colarse en mi boca o nariz y llenar mis pulmones. Consigo protección en una esquina de mi habitación cuando me siento acurrucado y presiono la espalda con fuerza contra la pared... y sin embargo tengo miedo de que ésta se rompa y caiga sobre mí.

No estoy loco.

Si estuviera loco escucharia las voces, y ese es mi mayor problema, vivo en un silencio abrumador, esa clases de calma en el ojo del huracán donde sabes que viene lo peor pero nunca llega.

No conozco a mi enemigo; lo que más miedo me da es no saber a lo que me enfrento.

La calidez no tiene lugar para mi, la esperanza me abandonó, no hay momento en que me sienta seguro... y digo momento porque tampoco puedo decir cuándo pasa un día o una hora, no estoy vivo pero tampoco estoy muerto, no hay nada.
Sólo hay mi sombra.
Mi sombra está terriblemente presente.

Nunca hubo una amenaza real. Yo dejé de cuidarme, dejé de comer, dejé de dormir, dejé de confíar.
Yo, yo, yo y sólo yo.
O tal vez no.

Tenía la vista clavada en la oscura silueta frente a mi, igual a mi, y por un segundo juré verla sonreír. Es el monstruo. Todo es su culpa.
Debo matarle. Si muere seré feliz de nuevo.
Llevé las manos furioso a su cuello, directo y decidido a hacerle sentir aunque sea un poco de mi infierno... Pero mientras más me acercaba a su muerte, más aire me faltaba. El miedo volvio cuando descubrí que todo fue un truco, que en realidad intenté matarme a mi mismo... Es astuta. Sabe que no puedo distinguir la realidad, conoce mis debilidades, me conoce como sólo yo mismo me conocería.
Y la realidad me golpeó.

Yo soy mi peor enemigo.

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