Futura unión real

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Por primera vez en su vida sentía que el frío calaba los huesos delgados de sus manos. Un acontecimiento poco común e importante que le sacaba una sonrisa a la azabache como símbolo de felicitaciones a la pequeña que la miraba expectante.

—Haz avanzado bastante, Lidia—aseguró luego de que la jovencita de pequeños ojos azules le soltara las manos.—sigue así y cuando obtengas tu grimorio podrás perfeccionar tus hechizos de hielo.

—¡¿Lo cree?!—bramó con ilusión, resaltando los alborotados risos castaños de su corta melena que eran adornados discretamente con broches de plata y diamantes.—¡Le agradezco su ayuda líder!

Giselle rio,—Es un placer ayudarte—le pellizcó la nariz—pero recuerda que ya no soy tu líder.

La joven se dio cuenta de su error, pues las mejillas se le tornaron carmesí de la vergüenza.

—L-lo siento—murmuró con los labios torcidos. Algo que no pasó desapercibido para la mayor, sin embargo, no quiso apenarla más y simplemente procedió a colocarse los guantes blancos que hacían parte de su traje ese día. Una tarea simple que no era mayor cosa pero que fácilmente fue interrumpida.—Giselle-sama, ¿por qué tiene las manos tan frías y rojas?

La curiosidad de la menor era comprensible debido a que a más cercana vista, las delgadas manos de la Albani se notaban sensibles y rojas. Agregando al hecho de que su textura no era muy uniforme ni suave, todo por las pequeñas cicatrices marcadas en sus palmas.

Esa pregunta la detuvo un segundo a pensar, cosa que dio oportunidad para Lidia de preocuparse por su imprudencia.

—Digo...

Con el guante en la mano izquierda relajó su semblante.

—Son cicatrices de entrenamiento, de combates y de algunos accidentes que tuve de pequeña—lo último tenía un trasfondo más oscuro a su simple respuesta, pero claramente no tocaría ese tema ahora ni mucho menos con una de las jóvenes prometedoras de la nueva era Albani. Ya que sin duda, ella podría unirse en un futuro cercano a una orden del reino, dándole comienzo a la regla que fue impuesta desde hace poco por la misma Giselle. Vaya que se sentía orgullosa y feliz como para arruinar el momento de esa forma.—pero no te preocupes, tu magia no requiere un combate tan cercano, por lo que centra tus entrenamientos en el control del maná y luego, según veo tus avances, sabremos si te conviene más una defensa o un ataque de largo alcance.

—¡Hai!—animó de repente, satisfecha con la respuesta y la motivación de la Albani.

—Bien, eso es todo—señaló una vez que volvió al calor y la comodidad de sus guantes.—nos volveremos a ver, Lidia. Suerte.

—¡Adiós Giselle-sama!¡Cuídese!

Sonrió una vez que le dio la espalda al campo entrenamiento del castillo Albani. Esperaba acostumbrarse a la joven de energía desbordante que la seguía sin parar cuando visitaba el centro del palacio donde miembros de ramas secundarias también compartían un rato ameno al aire libre. Mesillas, sillas y pequeñas secciones para tomar el té era lo que decoraba en su mayoría los jardines posteriores al campo de entrenamiento y solían ser ocupados por nobles visitantes o invitados de pueblos cercanos.

Lo que nunca había cambiado de esas mañanas libres, era la actividad de todas las personas, pues nunca se impidió que los jardines comunes se usaran para los fines de entretención. Por lo que Giselle distribuyó de mejor manera el espacio disponible en las amplias tierras del palacio Albani.

—Madre adora las reuniones con té, organizará todo de maravilla—pensó en voz alta pasando por los últimos pasillos hacia la salida. La túnica color crema danzando con cada paso fino que daba. Para esa ocasión llevaba unos hermosos pantalones blancos cubriéndole las piernas por debajo de la túnica larga que campaneaba en sus muñecas. Además, unas lindas y cómodas sandalias adornaban sus pequeños y blanquecinos pies.

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⏰ Última actualización: Jan 02 ⏰

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