Capítulo 13

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Llegamos a la casa y cargué a Alexa en mis brazos; tenerla así de cerca de nuevo me hacía recordar la forma en que colocó su cabeza en mi cuello y aspiró mi olor en el momento exacto que yo aspiraba el suyo. Ella ni siquiera lo percibió, pero olía tan bien que no me pude contener.

  La llevé al piso de arriba y al entrar en su cuarto fui consciente de que no podía dormir en él.

  Alexa miró su cuarto con ojos grandes y sorprendidos, como si fuera consiente en este momento de todo el desastre que había ocasionado.

  —Todo parece indicar que tendré que dormir en el cuarto de mi hermana.

  Asentí y la conduje hacia el cuarto de Kike y Alex, y la llevé hasta la cama.

  —¿Estás bien? —curioseé, haciéndole las preguntas de rutina.

  —Sí.

  —¿No sientes ningún dolor en el pie?

  —No, solo una pequeña molestia, pero debe relajarse doctor, estoy bien. —Una punzada de dolor se instala en mi pecho al escuchar la palabra doctor. Hace tiempo nadie lo hacía.

  —Bueno yo me voy, cualquier cosa que necesites llámame —le dije.

  —¿Me escucharás? —preguntó.

  —Lo intentaré —dije y salí de la habitación.

  Resoplé y fui hacia mi habitación. En mi cama las palabras de Alexa no me dejaron dormir. El recuerdo de una chica rubia con ojos azules entrando en quirófano y un chico desesperado deslizándose por la pared del hospital, rezando para que todo fuese un puto sueño, invadía mi mente cada vez que cerraba los ojos.

  Me incorporé en la cama y decidí buscar algo para calmar mi mente. Bajé las escaleras, fui al bar y voilà, había unas cuantas botellas que contenían bebidas alcohólicas, entre ellas una que estaba por la mitad. Tomé esa misma y sentado en el sofá comencé a beber, los recuerdos venían, pero ya no dolían. Bebí y bebí hasta que la botella se vació frente a mis ojos, el dolor amenazaba con retornar, pero no lo iba a permitir. Me levanté del sofá con el objetivo de abrir otra botella, pero una voz me detuvo, alguien estaba diciendo mi nombre.

  ¡Mierda Alexa!

  Subí las escaleras a trompicones, tropezando con algún que otro peldaño y al llegar arriba me encontré a Alexa tirada en el umbral del baño, gritando mi nombre en la dirección errónea.

  Caminé hacia ella y me agaché a su lado.

  —Estoy aquí —le susurré al oído, tocando su brazo.

  Alexa gritó y dio un respingo. Me miró con furia y apartó mi brazo del suyo con un manotazo.

  —¿Dónde estabas imbécil? —preguntó con ira.

  —En la sala.

  Se me quedó mirando con ojos escudriñadores y tiró de mí. Esperé que hiciera cualquier cosa, menos que oliera mi aliento. Me apartó nuevamente con una mueca en su rostro.

  —¿Estabas bebiendo?

  —No es eso obvio. Pero bueno ya estoy aquí, en qué quieres que te ayude.

  —Ya en nada —dijo, dándome una colleja —. Estúpido.

  —Bueno, pues me voy —dije levantándome del suelo.

  —Serás idiota, no vas a llevarme al cuarto.

  —Pero si me dijiste que ya no me necesitabas.

  —Pero es obvio que sí, no seas tan idiota —dijo entre dientes.

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