«Punishment»

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La opresión en el pecho era enorme y pesada como un bloque de hielo. Respirar dolía. Mirarlo a los ojos dolía. La ira recorría cada parte de su cuerpo a través de sus venas, bombeando con energía para aumentar ese maldito sentimiento que lo estaba volviendo loco. Temblaba. Sus manos cerradas en puños buscaban el lugar perfecto para golpearlo, pero se contenían. No estaba dispuesto a demostrarle su molestia. No hoy. No así.

Celos.

Esa era la palabra exacta que describía su situación. No sabía muy bien porqué, pero era irremediable que se sintiera así. Miró a todos lados intentando distraerse, pero simplemente no podía. Aquella mirada le estaba matando por dentro, destrozando todo a su paso. Sintió la ira combinarse con el deseo proveniente de ese hombre, su presencia, su actitud descarada.

Maldito.

—Pensé que no regresarías, Thor—. Loki trató de ignorarlo, pero le fue imposible. Era igual que negarse a respirar. Sonrió tras aquellas palabras y caminó alrededor del trono de Asgard.

—¿Porqué habría de hacer eso?— cuestionó el dios del trueno—. Sólo fui a encargarme de ciertas cosas que quedaron pendientes en Midgar— esbozó una de sus fulminantes sonrisas mientras se acercaba hasta Loki.

—Bueno, supongo que no es necesario que responda a esa pregunta, ¿verdad?—  se separó del enorme trono dorado y caminó hacia la puerta, tratando de alejarse lo más rápido posible de su hermano. No quería seguir con aquella pelea, porque, a pesar de la tranquilidad de sus palabras, se trataba de un enfrentamiento.

Thor cerró los ojos e intentó mantener la calma, algo que realmente sería imposible. Dejó caer su precioso Mjolnir al suelo y el eco del golpe llenó la habitación. Respiró. Respiró más veces de las necesarias pero no consiguió relajarse, al contrario. Conocía muy bien las razones detrás del maldito comportamiento de su hermano, y aún así le parecía increíble.

La puerta se abrió.

—No te atrevas a salir de esta habitación. Soy tu rey y exijo tu presencia, ¿me oyes?— trató de serenarse, pero sus palabras estaban llenas de ira y deseo—. Cruza esa puerta y me encargaré de castigarte por tu atrevimiento— no quería hablarle así, realmente no lo deseaba, pero Loki a veces era un maldito dolor de cabeza.

Y como siempre, el dios de las mentiras sonrió mostrando su preciosa dentadura, burlándose de las palabras de Thor para enseguida marcharse a través del pasillo.

Peligro.

El sonido del metal al chocar le provocó un escalofrío en la columna vertebral. A esas horas nadie estaba despierto, salvo algunos de los guardias que cuidaban las puertas del palacio. Sólo había una posibilidad y era la peor de todas: Thor. ¿En verdad cumpliría su amenaza? No se atrevería. Estaba seguro que con unas cuantas frases suyas lograría domarlo, como casi todas las noches. Su verbo era realmente poderoso contra su hermano, quien siempre terminaba rendido ante sus palabras.

—No esta noche, hermanito— escuchó tras de si, mientras los brazos de Thor lo acorralaban contra la pared.

—¿Qué haces, idiota? Estamos a mitad del pasillo. Quita tus manos de mí— se quejó al mismo tiempo que trataba desesperadamente de liberarse de aquel agarre. Podían hacer lo que quisieran tras la puerta de la habitación, pero en un lugar tan abierto...

—Soy tu rey y puedo hacer lo que quiera— comentó contra su nuca, rozando peligrosamente su piel, liberando su cálido aliento sabor menta, provocando escalofríos en su hermano. Pegó su cuerpo contra la espalda de Loki, apretando sus brazos alrededor de su pecho—. Hago lo que quiero cuando quiero y como lo quiero, ¿entiendes? No necesito tu consentimiento— estaba molesto, furioso. Y quizá estaba exagerando con su castigo, pero en esos momentos no podía pensar en nada más.

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