·•*Capitulo 1*•·

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Pov Narradora

Los pequeños cantaban al unisonó mientras giraban a tu alrededor. Tu gustosa de su cantico les aplaudías y reías con ellos. Era muy agradable compartir tiempo con los niños, gracias a eso podías hacerlos olvidar el hambre y el cansancio que pasaban, y claro, tú también te olvidabas de eso un rato.

—¡Adiós Akane! —Te despediste de la pequeña niña peli negra. Ella hizo lo mismo a la vez que te regalaba una tierna sonrisa. 

Era la última niña que tenías que llevar a casa y, lo lograste justo antes de que la noche callera por completo en el pobre pueblo. Las madres de los pequeños te agradecían profundamente tu puntualidad, era muy peligroso para los pequeños estar fuera de noche. El problema no eran los habitantes degenerados del pueblo, si no los demonios, que, por alguna razón, les encantaba comer niños, o eso era lo que la "leyenda local decía".

Suspiraste cansada debido a la distancia que tuviste que correr. Le habías prometido a tu hermano menor que le traerías un poco de mochi, lograste comprarlo con el poco dinero que te daban las madres como agradecimiento. El mochi era de los pocos productos más baratos en el pueblo y gracias a Dios ese era el favorito de tu hermano. 

—T/N, corre rápido a casa. Recuerda que hay demonios acechando.

 —Je, no me asusto tan fácil con cuentos de niños. —Dijiste cargándote la bolsa de lona al hombro.

—Ojalá solo fuera un cuento, pero ellos existen y nadie se salva de ellos, pero por suerte existen los cazadores de demonios. —Dijo el hombre, que ya era un poco mayor, pero aun así seguía lo bastante lucido y sus músculos aun servían. 

—¿Cazadores de demonios? —Concentraste toda tu atención en aquel viejo.

—Guerreros fuertes que blanden espadas bañadas por el sol. Protegen a la humanidad de estas horribles criaturas. Dan su vida por ello. 

Te quedaste un rato pensando en aquella historia y aquellos hombres que daban su vida por protegerlos. Nunca fuiste fan de creer en esas historias, pero esa tenía un toque de veracidad, aun así, decidiste no creerlo. 

—Gran historia viejo, deberías de ir a la plaza a contarla. —Reíste con burla.

—Mocosa maleducada. —Te fulmino con la mirada.

—Sabes que no lo digo enserio. 

—Lo se. — Con su gran mano desorganizo un poco tu cabello.

Un ruido se escuchó a lo lejos en el interior del bosque, provoco que ambos giraran a ver en dirección a este, al hacerlo, se dieron cuenta de que la noche había caído por completo.

—Sera mejor que te quedes esta noche. 

—Debo de rechazar su oferta. Mi familia debe de estar preocupada por mí. 

Ya podías ver tu casa a lo lejos. La nieve nublaba un poco tu vista, pero no era un problema muy grave, pero se volvió más dificultoso al no poder observar bien gracias a la oscuridad que emanaba de tu casa. Era muy extraño, ya que cada que llegabas tarde, tus padres te esperaban con todas las luces prendidas excepto la de tu hermano, que se acostaba a dormir temprano.

Al acercarte más a tu pequeña casa construida con distintos tipos de madera, pudiste cerciorarte de que no había ni un solo rastro de luz en su interior. Por más raro que fuera decidiste no preocuparte. 

—¿Mamá? ¿Papá?

No te escucharon, o eso quisiste pensar. 

Dejaste la lona que contenía los mochis y la dejaste en el suelo. Te adentraste en la casa e instantáneamente un nauseabundo olor a hierro inundo tus fosas nasales.

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