• Capítulo 4: Delegio, todo un caballero •

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      Después de la cena, decidí ir a mis aposentos, las criadas me dejaron un pijama encima de la cama, era un camisón que me llegaba casi a los tobillos, de color blanco con flores rosadas.

Pero no conciliaba el sueño, tenia demasiada presión, todo esto es nuevo para mi.

Estoy muy agobiada, por lo que decido coger un vestido y dar una vuelta por el pueblo, se escuchaba música, según Lux, celebran mi llegada.

Seguí la melodia y después de una caminata llegué a una plaza donde todos bailaban y festejaban,  llevaba una capa con capucha negra, nadie me reconoció y tampoco sabían que me había escapado.

Me fui y bailé junto a los demás, me lo pasaba en grande cuando unos hombres muy altos y fuertes se me acercaron, uno me sonrió, pero me daban mala espina por lo que decidí alejarme, pero me cogieron el brazo.

- Vaya vaya, ¿una dama sola? - Intento que me suelten pero es en vano, me arrastran a un callejón, tengo mucho miedo y mi respiración empieza a ser más rápida.

- ¡Dejadme en paz! - El otro rie. - ¡Malditos hijos de mala madre!

Cuando siento un ardor en mi mejilla, me habían golpeado.

- ¿Degaile? - Una voz conocida me llama.

- ¡Ayuda! - Pero uno de ellos me tapa la boca.

- Nos divertiremos contigo. - Dice susurrando en mi oreja, le muerdo la mano. - ¡Perra!

- Apartaros de ella malditos. - Es Delegio, ese chico.

- ¿Delegio?

Delegio golpea la mejilla de uno de ellos y comienzan una pelea, pero eran dos contra uno, cogí una botella de vidrio vacía que había en el suelo y la estampe en la cabeza de uno de ellos, cayó al suelo. Delegio golpea el estomago de este que sigue en pie haciendo que se encoja mientras que huimos.

Coge mi mano y me lleva lejos de la fiesta.

- ¡Dios! Por favor ten mas cuidado, ¿que hubiese pasado si no estuviese aquí?

- Yo... - Me dan ganas de llorar. - No se que pasó... yo solo bailaba.

Suspira y me abraza, ¡me abraza! Me sonrojo y le devuelvo el abrazo.

- Gracias, muchísimas gracias de verdad. - Le digo aún abrazados, nos separamos.

- Debes volver, se liaría una grande si una criada no te encuentra en tus aposentos.

Suspiro agobiada, asiento y bajo la mirada, pero el levanta mi barbilla con su mano y acerca mi rostro al suyo, nuestros rostros están a centímetros, el mira mis ojos y yo los suyos, cuando  los centímetros desaparecen dándome un beso.

Se separa y le sonrío como una idiota.

Me devuelve la sonrisa.

- Hasta luego princesa.

Antes de poder despedirme el ya no estaba, puse camino al castillo.

Para cuando ya había llegado aún era de noche, llegué a mis aposentos sin que nadie me haya visto, vuelvo a ponerme el pijama y acaricio la cabeza de George.

Me acuesto pensando en Delegio y el beso, increíble, aún no lo creo. Sonrío y acabo dormida.

[...]

Los rayos de sol iluminan mi rostro haciendo que me despierte, abro primero un ojo, y vuelvo a cerrarlo para seguir durmiendo pero abren la puerta.

- ¿Degaile? - Esa voz, es Delegio, me siento en la cama.

- ¿Delegio? - Sonrío.

Entra y cierra la puerta tras su espalda mientras sonríe.

- ¿Y esta visita?

- Necesito tu ayuda, por favor, sois en la única en la que puedo confiar.

Le miro confusa.

- ¿Qué te ocurre?

Se acerca a mi oído haciendo que me ponga nerviosa y me sonroje, se escucha una risilla por su parte.

- Que tengo a la chica más hermosa del reino sola en esta habitación, y nadie para controlarme. - Cien por cien parezco un tomate, me río.

- Exagerado, las habrá mas bellas.

- ¿Segura?

Cuando llaman a la puerta, nos miramos a la vez.

- ¡Un momento! - Se empieza a reír. - Idiota
- Susurro.

Se mete debajo de la cama, madre mía.

- Adelante.

Entra una criada con un vestido y un par de zapatos en sus manos.

- Aquí tiene la ropa señora. - La deja sobre la mesita.

- Muchas gracias.

- Es mi deber, me retiro. - Asiento y se va. Delegio sale de su escondite.

Empieza a reírse. Me levanto y me asomo a la ventana.

Delegio se pone atrás mia y me abraza por la espalda.

- Tienes mucha confianza conmigo, ¿no te preocupa? - Le digo, dándome la vuelta.

- ¿Debería? - Dice riendo.

- ¿Y si no soy quien parezco ser? - Me doy otra vez la vuelta hacia la ventana.

- Mmm... - Vuelve a abrazarme, apoya su barbilla en mi hombro. - Entonces me iré.

- ¿Eh?

- Es broma. - Comienza a reír. Sonrío.

Me quedo pensando.

- Oh no, tengo que vestirme, debo hablar con el hechicero de la corte. - Nos separamos y cojo el vestido para vestirme, pero sigue aquí. Le miro.

- ¿Qué? Ah si lo siento. - Se sonroja y me río, se va.

Comienzo a vestirme.

Es un vestido rosado, la parte de arriba parece un corsé, excepto porque lleva mangas, la falda es rosada y ancha, todo el vestido lleva detalles blancos y dorados. Los zapatos son unos tacones rosados.

Salgo de mis aposentos hacia el salón.

- Señora... Han dejado esto para vos. - Me doy la vuelta y me encuentro con un ramo de rosas rojas.

- Gracias.

Asiente con la cabeza.

- ¿Las pongo en agua?

- Sí por favor. - Le sonrío y se va.

Llego al salón, mi padre esta sentado en su trono y Lux esta delante suya hablando sobre algo, parecían bastante serios.

- Buenos días. - Les digo acercándome a ellos.

Dejan de hablar secamente y me miran, sonríen a la vez.

- Buenos días Degaile, ¿necesitas algo? - Pregunta Lux.

Asiento varias veces con la cabeza.

- ¿Por qué tantos secretos?

DegaileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora