Into the dark

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La noche era mucho más oscura que en semanas anteriores y John sabía muy bien por qué. Sonrió de medio lado al imaginar el festín que le esperaba al llegar a su habitación, pues llevaba mucho tiempo privándose de alimento.

Mientras avanzaba por el pasillo muchos de sus sirvientes lo saludaron con respeto, haciendo reverencias pronunciadas para mostrarle que estaban a sus órdenes para cualquier cosa que necesitara. John solo respondía con un asentimiento, pues su mente ahora mismo estaba en otro lugar.

Recorrió un largo tramo de escaleras; el eco de sus pisadas resonaba por todo el lugar, haciendo que el momento fuera elegante y tétrico a la vez.

Al llegar a su habitación se aseguró de colocar todos los seguros posibles en la puerta, haciendo uso de su magia oscura. Se relamió los labios y se quedó estático por un momento, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de comenzar. Fue entonces que se movió por la alcoba, quitándose la camisa negra para dejar su torso al descubierto, mostrando varias cicatrices de rasguños y mordidas.

Se miró en el reflejo de uno de los espejos de agua que cubrían las paredes del fondo, y al recorrer con la yema del dedo uno de los surcos recientes se excitó. Su hombría despertó y un gruñido bajo rompió el silencio.

Con lentitud se encaminó hacia la parte trasera de su recámara, buscando la llave de su preciado lugar secreto. Jugó con ella por breves momentos, alargando el momento de agonía para la persona que le esperaba al otro lado; sonrió y sus colmillos se alargaron, listos para atacar.

—¿Me extrañaste?— preguntó con voz profunda mientras hacía un ademán con las manos para iluminar a su mascota.

Yuta gruñó al escuchar su voz, pero no pudo hacer nada más. Seguía con los ojos vendados y amordazado, además de que sus brazos y piernas seguían amarrados para evitar que se moviera. Lucía tan hermoso e indefenso en esa posición de ovillo, mostrando su espalda perfecta y desnuda, misma que John se encargaría de decorar con su sangre y su semilla.

Pasó el pie sobre la columna de Yuta y amó sentirlo tan afectado por ese pequeño roce; verlo temblar lo excitaba, pues era alguien que no se quebraba con facilidad.

—No pude escucharte— se burló mientras se agachaba para quedar a su altura, tomándolo por el cabello para obligarlo a sentarse. Le quitó la mordaza y le acarició los labios, notando cómo sus colmillos también comenzaban a alargarse.

Yuta deseaba maldecirlo, arrancarle la garganta y hacerlo sufrir muy despacio, para al final demostrarle su valía como príncipe de sangre que era.

Pero no podía.

Ya no.

—Hazlo, solo hazlo— susurró, tratando de luchar contra su propia necesidad.

John sonrió con maldad y lo levantó por el cuello para recargarlo contra una de las paredes; lo olisqueó y pudo notar su furia, su miedo y su excitación.

Con la lengua, John le acarició la curva del cuello y sin previo aviso le clavó los colmillos, desgarrando su piel hasta comenzar a beber su sangre pura y sagrada con avidez; succionaba con rudeza, maltratando su carne mientras lo escuchaba gemir y jadear. Aquel líquido rojizo era delicioso y perfecto, tan puro que quemaba la garganta... y solo John podía paladearlo.

Sin decir o hacer nada más, John le dio una leve patada en la parte de atrás de las rodillas para hacerlo caer. Se relamió los labios y se acercó a Yuta para tomarlo en brazos, disfrutando de la expresión de dolor en su rostro.

—Yo cuidaré de ti, mi príncipe— le lamió la mejilla, dejando un rastro de sangre sobre su piel antes de besarlo con fuerza, cortando sus labios ante la fricción de sus colmillos.

Yuta gruñó y gimió ante aquella caricia, pero pronto rogó porque cortara sus ataduras; deseaba acariciarlo y sentirlo por todas partes. Deseaba aferrarse a su espalda y rasguñarlo con fuerza otra vez, enterrando sus uñas afiladas en él para marcarlo como suyo.

Porque a pesar de estar cautivo en aquel lugar, Yuta estaba embriagado de John; había caído en su hechizo, no importaba cuánto lo golpeara o hiciera sangrar, siempre le entregaría su sangre con gusto.

Era incapaz de tenerlo cerca por mucho tiempo, pero sabía que nunca jamás podría estar lejos de él.

Se pertenecían el uno al otro... aunque fuera de la manera más retorcida posible. 

«Into the dark» JohnyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora