"Una familia marcada por la ambición de un ser malvado.
Tres hermano que sufren las consecuencias de aquella ambición.
Un destino que logran manejar gracias a la unión fraternal entre ellos."
Con veintisiete años, Albión ya era parte del ejército bajo el mandato de su tío. Sus padres no estaban muy contentos con la situación, pero terminaron aceptando su decisión y le brindaron todo el apoyo que los padres son capaces de entregarle a un hijo.
Y Albión no fue el único nuevo recluta que pertenecía a los plebeyos.
Garnik siempre había deseado ser alguien más y darle orgullo a su familia por sus logros y Alvantin lo sabía muy bien. Él no dudaba que su amigo lograría cumplir su objetivo, así como él mismo terminaría demostrando su valía como un soldado más y no sólo como el sobrino del rey.
Un día, ambos se encontraban en campo abierto, aprovechando al máximo aquellos momentos que no podrían compartir en mucho tiempo.
−¿Cuántas veces hemos estado aquí?− le preguntó Demetrius.
−Tantas que no soy capaz de recordarlas todas− respondió Alvantin con una sonrisa.
−¿Qué encontraremos en el campo de batalla?
−Muerte, Demetrius, eso es seguro.
Silencio.
−Tengo miedo, Alvantin− reconoció Demetrius en un susurro.
−No eres el único− le aseguró Alvantin.
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Había llegado el esperado momento para el ejército del rey Alphonse.
Para algunos, sería la primera vez que verían al rey en persona. Para otros, como Alvantin y Demetrius, era el momento para demostrarle de lo que estaban hechos.
Existía una pequeña enemistad hacia Alvantin, causada por el simple hecho de su relación con el monarca de Inglaterra. Por lo tanto, ese era el principal motivo que había impulsado a Alvantin a unirse al ejército y ser un igual con los otros soldados.
Los nuevos reclutas estaban en la herrería, acompañados por sus familias, alistándose para enfrentar al enemigo y proteger su nación. De todas las familias, sólo dos daban la impresión de ser una: los Valkrie y los Mortensen. Ellos eran la viva imagen del apoyo, algo que no todos mostraban.
Una vez que Alvantin y Demetrius estuvieron listos, Armando se reunió con ellos y cargaba con un par de estuches en sus brazos.
−¿Recuerdas lo que te dije cuando eras un niño, Alvantin?− le preguntó Armando a su hijo.
