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La pequeña escuela gratuita a la que Minho asistía literalmente era horrible, no sólo por las condiciones en las que se encontraba —su casillero tenía moho por dentro— si no por las personas que estudiaban allí.

No tenía amigos, prefería no tenerlos, podía hacer lo que quisiera sin necesidad de pensar en alguien más, si le hacia bien o mal a la otra persona y de más.

En su bandeja de comida cayó una mosca, y seguido de eso, un pedazo del mismo moho que estaba en su casillero. Miró hacia arriba y se encontró con la sonrisa de Jonathan, un estudiante extranjero que había venido de Canadá hace unos tres años, su padre era un drogadicto por lo que quedó en quiebra y no pudo seguir estudiando en la escuela privada donde antes lo hacía.

Desde que había llegado le había hecho la vida imposible, lo molestaba cada vez que tenía oportunidad de hacerlo.

—Que rica comida tienes, Minho. ¿Por qué no la comes? —preguntó el niño Rubio, colocándose detrás del joven sentado.

El menor de tan solo ocho años miró su bandeja con un arroz ya no comestible, otra vez pasaría el día sin almorzar.

El pasado oculto (MPA #0) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora