03. another day

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LETTERS
( another day )

   A la hora de ponerse de pie, Adrien tendía a querer lanzarse por una ventana.

Se podría decir que Adrien Agreste era una persona que no disfruta muchos de tener que oír una asquerosa alarma, tener que abandonar el calor que brindan sus cómodas sábanas de diseñador de alguna parte de Europa —es ridículo, si le preguntas al rubio. ¡Su padre es un diseñador!— y tener que entrar al baño para, bueno, ducharse, con el fin de intentar ahuyentar el sueño lo suficiente como para poder ponerse su ropa habitual sin quedarse dormido en el intento.

Adrien pondría música, la música que Izzy y Nino ponen cuando se reúnen en casa de la chica —Adrien piensa que sus gustos musicales son un poco pesados para él, le gusta más lo clásico, quizá Chopin o una pieza de Beethoven— y trataría de enfocarse en los ritmos de la guitarra, rápidos y agresivos que lo mantendrían despierto, pensando en que definitivamente prefiere el sonido del piano de Mozart. Arrugaría la nariz y le pondría pausa, dándose cuenta que ya está listo, que debe bajar al comedor para tomar un exquisito desayuno, solo.

Porque, seguramente, su padre estaría demasiado ocupado como para siquiera pensar en que desayunar con su hijo era un buen detalle que seguro le pondrían color al día de su hijo.

Adrien ya no espera que su padre aparezca de sorpresa, tampoco se sorprende cuando encuentra solo a Nathalie con su habitual mueca congelada en su rostro —¿qué no puede tener otra expresión?— y una tablet en sus manos, que muestran en horrible horario de Adrien. Lo único bueno y lo que mantiene al chico rubio con ganas de seguirlo al pie de la letra es que su padre lo hizo personalmente para él.

—Ve el lado bueno, Adrien —diría Plagg, tomándose la libertad de salir de su escondite en el bolsillo de la camisa blanca del chico, revolotearía por el alrededor de los platillos, buscando aquello que lo había sacado de su escondite en primer lugar—. ¡Hoy te ves menos terrible! —la criatura diría aquello con emoción, antes de engullirse un pedazo de queso camembert completo.

Adrien arrugaría la cara en una clara mueca de desagrado por la forma tan grotesca en que el ser místico se tragaba dicho pedazo. Dudaría sobre la comida que tiene en frente y luego la comería, porque, a pesar del asco, Adrien tiene hambre.

—Gracias, Plagg.

El sarcasmo en su voz sería notable y Plagg haría una reverencia, guiñando uno de sus grandes ojos de gato color verde.

Y por eso, cuando Adrien deja de ensoñarse con lo que, posiblemente sería su día siguiente y el siguiente y, adivinaste, el siguiente, da un parpadeo dándose cuenta de que se ha distraído de clases. No es fácil que eso suceda, a Adrien no le justa andarse de jugadas con sus notas porque no quiere decepcionar más a su padre. Tampoco es que le cueste mucho regresar a estar en sintonía con la clase, no es difícil para él. Se lo aplaude, a pesar de que no le gusta jactarse de sus muchas cualidades, debe decir que sí es bastante listo.

Excepto cuando está alrededor de chicas como Ladybug, porque sí, Ladybug lo pone extremadamente nervioso y sí, con la influencia de la personalidad relajada de Plagg sobre la suya consigue actuar de forma confiada, pero solo logra hacerla enojar, no deja de preguntarse... ¿cómo Adrien podría enamorarla? Si es así, él estaría muy dispuesto a revelar su identidad.

¿Estaba mal eso? ¿Era un poco obsesivo? Quizá sí, pero él no quiere admitirlo, porque entonces Izzy tendría razón.

Maldición, se distrajo de nuevo.

𝐋𝐄𝐓𝐓𝐄𝐑𝐒 ☆ Adrien AgresteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora