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Asistió a su trabajo como usualmente lo haría, la jornada no había estado tan pesada. Todo estaba en orden en la empresa, gracias a la madre Luna.

Cuando regresaba en su auto un pensamiento sobresaltó en su mente, recordó el Maid Café y al omega macho furioso apodado Laufeyson, ¿Sería probable que lo pudiera encontrar de nuevo? La posibilidad era alta, ya habían pasado algunos días y el mismo chico había optado por trabajar ahí. Tenía curiosidad.

La sola mención de la idea levantó a su lobo de un salto, quién se puso ansioso a corretear en su interior como nunca antes, aprobando lo pensado; le parecía insípidamente raro, más no le tomó importancia. Sin otra idea mejor de actividad para pasar la tarde, se dirigió al café.

Al llegar al sitio, se sentó en un lugar apartado de todos los demás, uno pegado a la pared marmolada. Buscó con la mirada al chico. Pasó una media hora entera viendo a omegas ir venir con miradas pervertidas por detrás, y nada. Ninguno era Laufeyson. Terminó su segundo café para las seis de la tarde. Se había entretenido en su computadora con correos de la empresa, pero comenzaba a aburrirse. Finalmente decidió que era hora de retirarse. Cuando estaba a punto de levantarse, lo escuchó...

—Puedes comenzar con levantar la mesa cuatro— la voz del beta estaba ahí, y junto a él estaba Laufeyson. El bello hombre que había visto hace algunos días discutiendo, hoy lucía un vestido de maid mostrando sus blancas piernas con unas medias rayadas, entre sus cabellos azabache portaba un pequeño listón a combinación del atuendo con encaje. Mierda, debía admitir que se veía muy bien. Y su lobo lo sabía, comenzó a rasguñar como si su vida dependiera de ello, claramente molesto con su humano, el muy idiota se quedaba babeando cómo si el chico fuera un pedazo de carne, pero no hacía nada, no le iba a coquetear. Ese era el gran problema.

—Buenas tardes, Amo. Con su permiso— al parecer su mesa era la número cuatro, porque Laufeyson estaba frente suyo haciendo una reverencia y posteriormente tomando las dos tazas vacías. Las colocó en la bandeja que traía y se retiró sin pronunciar una palabra más.

Thor soltó el aire contenido y se dedicó a ver la figura del omega que se retiraba, aún se sentía el aroma a petricor que le hizo exaltarse la última vez. Laufeyson, no tenía la figura fina como la de una mujer, pero vaya que portaba una espalda delineada y un pequeño trasero de infarto para ser un hombre. Thor bajó la cabeza claramente afectado sobando sus ojos con frustración, no entendía a que venían esos pensamientos repentinos.

—Amo, disculpe la interrupción, pero si ya a terminado su visita, le solicito que se retire. Gracias— ahora un chico le hablaba y la voz se le hacía terriblemente conocida, seguramente vió su cara pérdida de hambriento sexual y ahora le hablaba por ello, una vergüenza. Al regresar su atención y levantar su mirada se sorprendió, ese rostro lo había visto en algún lado. El contrario también se sorprendió al verlo.

—¿Thor Odínson?

—El mismo— sonrió de inmediato, lo recordaba, era un amigo muy cercano de la preparatoria, su mejor amigo a decir verdad. Sus últimos años de la escuela los había pasado a su lado y disfrutado como nunca junto a ese omega, además de haber sido su primer amor, pero no duró mucho. Y ahora lo encontraba de nuevo, luciendo un lindo traje rojo con encaje, —Anthony Stark, ¿No? Qué sorpresa. No sabía que trabajabas acá. Bueno, conocí este lugar hasta hace poco, tal vez sea por eso— hizo una pequeña reverencia con su mano, —Ha pasado bastante tiempo.

—Lo es. Ha pasado demasiado tiempo— asintió con su descarada sonrisa como solía tenerla, —¿No te gustaría ir a comer algo luego de mi turno? Tengo mucho que contarte, desde ese día que desapareciste al extranjero en preparatoria, te he extrañado— relató con melancolía, —Claro, si no tienes nada más que hacer. Me gustaría conversar y recordar nuestra amistad.

Smell | thorkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora