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"Quiero que te vayas" fueron las palabras que Camila dijo en plena discusión. Sin mentirles, en ese momento sentí mucho miedo. Por mi, por mis hijos y por mi familia.
Siendo sincero soy un tipo al que le cuesta soltar y superar, habíamos estado tanto tiempo juntos que no podía imaginarme una vida sin ella. Pero si era cierto que nuestro matrimonio iba en decadencia y cada día nos costaba más evitar las discusiones, siempre había razones para estar en desacuerdo y eso hacia que no funcionaramos como antes. El problema era que el amor estaba intacto, cómo se suponía que iba a pasar mis días lejos de la mujer que amaba.
Sabía que yo no era el único que sufriría la separación, Camila también terminaría destruida. Es por eso que los dos tomamos la decisión de pensar mejor las cosas, hacer un viaje con amigos (sin los nenes) e intentar arreglar nuestro matrimonio.
Así es como llegamos a Miami acompañados de Paulo, Oriana, Leandro y su mujer, Camila.
— Yo subo las cosas y me meto eh. — dijo Leandro viendo la pileta del hotel dónde nos íbamos a quedar.
— Es temprano todavía, te va a hacer mal a la piel — le dijo la jermu.
— ¿Ustedes también escucharon esa voz molesta o yo no más? — contestó él, ganándose un empujón por parte de ella.
— Yo también me voy a meter. — avisé.
Miré a Cami para ver su reacción pero me sorprendió su silencio, estaba tratando de no discutir y le agradecí al cielo eso. No quería volver a mi casa con los huevos hinchados después de este viaje.
Todos fuimos hasta la recepción, comprobamos la reserva y cada pareja fue a sus respectivas habitaciones. El botones llegó atrás de nosotros con todos nuestros bolsos y le agradecimos para después meter todo a la habitación. Apenas puse la valija arriba de la cama, saqué un short de playa y me lo puse mientras Cami estaba en el baño cambiándose.
— Estamos en el piso quince, no creo que alguien te vea.
— ¡No me importa! — gritó desde el baño, haciéndome reír.
Me recosté en la cama a boludear con el celular pretendiendo esperar a que Cami saliera del baño, pero así se pasaron cinco, diez y quince minutos.
— ¿Te falta mucho?
Esperé a que dijera algo pero no respondió nada, segundos más tarde la puerta se abrió y apareció de lentes, maquillada y el pelo perfectamente peinado. Iba a decirle algo pero preferí guardarmelo, me repetía mil veces que teníamos que evitar las peleas por boludeces.
