Leo se ve obligado a salir de compras. Para su sorpresa hay una nueva tienda con un chico muy lindo que no ha visto antes.
Leo comenzará a frecuentar a aquella tienda. ¿Qué pasará cuando esté chico se de cuenta?
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-¡Leoooooo, tengo hambre! -dijo Cole entrando a su habitación.
-Ve a la cocina y prepárate algo o no sé -le respondió concentrado en su juego.
-Pero no hay nada para comer -se quejó el más bajo.
-¡Ayer fui a comprar! ¡Hay comida de sobra! -gritó sacándose los audífonos molesto.
-No has comprado nada que me guste.
-Entonces ve a comprar algo que te guste. Tienes dinero y puedes caminar perfectamente hacia la tienda -dijo Leo volviendo la mirada a su juego.
-Estoy chiquito -admitió Cole en voz baja.
-¡Tienes veinte años, Cole! ¡No te vas a perder! -grito Leo teniendo su paciencia agotada-. Está bien, está bien. Voy yo. ¿Qué es lo que quieres?
-¡Gomitas! Pero no cualquier gomita, quiero las de osito.
-Eso no es comida, Cole.
-Todo lo que se come es comida.
Leo en ese momento solo se calló, ya que no quería tener una discusión sobre qué era comida o no. Solo quería ir a la tienda, comprar las gomitas de Cole y seguir jugando.
Le echó un vistazo a su ropa, dándose cuenta que seguía con el pijama puesto a pesar de ser las cuatro de la tarde, mas no le importó mucho y salió de su casa así.
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Cuando estaba llegando al supermercado se dio cuenta que había una tienda nueva o que al menos no había visto desde la última vez que pasó por ahí. Estaba por dejarlo pasar hasta que vio al chico del mostrador.
Aquel chico era demasiado lindo como para pasar de largo. Leo fue guiado por sus encantos hasta estar al frente de él.
