Cuando Leo regresaba a su casa notó que las luces estaban apagadas por alguna razón que desconocía. Abrió la puerta sin poder ver nada por la escasa luz, a excepción de la figura de alguien.
Escuchó como una silla era arrastrada a una corta distancia de él.
—¿Dónde estabas? —preguntó Cole con su voz más seria.
—¿Cole? ¿Qué haces a oscuras?
—Responde mi pregunta. ¿Dónde estabas, Leo? —volvió a preguntar.
—En la calle —mintió.
Cole se acercó a él y lo examinó con detenimiento. Cuidadosamente pasó su pulgar encima de los labios de Leo para luego saborearlo.
—¿¡Qué mierda haces!? —dijo Leo exaltado empujando a Cole.
—Fresa... con cereza y... ¿uva tal vez?
—¿De qué estás hablando?
—¿Con quién estabas? —preguntó Cole subiéndose a la silla.
—Con nadie —mintió nuevamente.
—¡Nadie! Entonces, ¿cómo explicas esta marca en el cuello? —dijo señalándola.
—¿Cómo lo notaste? —Leo se lo cubrió con su mano.
—Oh, ¿de verdad tienes una marca? Solo estaba jugando. No te conocía así de travieso, Leo —dijo Cole con burla.
Leo pasó su mano por la pared intentando encontrar el interruptor, pero al presionarlo la luz seguía sin prender.
—¿Por qué no hay luz? —le preguntó Leo.
—Porque una persona, a la que no voy a nombrar, se le olvidó pagar la luz.
—Tú también podrías hacerlo.
—¡Soy menor que tú! ¡Estoy chiquito! —exclamó bajándose de la silla—. Literalmente.
Leo pasó por la sala encontrándose con algo escondido detrás del sillón. Y ese algo parecía moverse.
—¿Cole? —Leo volteó a verlo—. ¿Qué es eso?
—¡Hey! —gritó la supuesta cosa—. Para tu información, soy una persona —dijo levantándose.
—¿Tú no eres el chico de la tienda que no me quería decir dónde estaba Nathan?
—Simon, un gusto —dijo estrechando la mano de Leo.
—¿Qué haces en mi casa? —le preguntó Leo con desagrado.
—Vine a ver a mi novio.
—Yo no soy... —comenzó a decir Leo algo confundido.
—Yo soy su novio —respondió Cole detrás de él.
Leo volteó a ver a Cole y luego volteó a ver a Simon, nuevamente vio a Cole y luego vio a Simon un par de veces más, para terminar mirando al techo en busca de cámaras. Eso debía de ser una broma.
—Espera... ¿Tú no estabas saliendo con alguien más? —le preguntó Leo a Simon.
—¿Con Roberto? Los tres somos novios.
Leo volteó a ver a Cole molesto aunque este no pudiera notarlo por la falta de luz.
—¡Tienes dos novios y a ninguno le pides para que te compre gomitas!
—Para eso estás tú —Cole se encogió de hombros.
—¡Ni creas que voy a seguir cumpliendo tus caprichos! ¡Me voy! —gritó Leo yendo hacia la puerta.
—¿Me compras gomitas ya que vas a salir? —le pidió Cole.
—¿Quieres las de osito?
—¡Sí, por favor!
Leo salió de su casa encontrándose con Roberto que parecía estar a punto de tocar la puerta.
—Están adentro —le dijo Leo dejándole la puerta abierta.
—¿Gracias?
Ya era un poco tarde para estar afuera, por lo que no era muy raro ver lo vacía que estaban las calles.
Leo sintió unos pasos detrás suyo y empezó a caminar más rápido temiendo lo peor.
La persona detrás suyo comenzó a ir a su misma velocidad y lo tomó de la mano.
—¿Por qué corres?
—¿Nathan? ¿Qué haces aquí? —preguntó Leo, tratando de tranquilizarse.
—Estaba yendo a tu casa, pero vi que te ibas, así que quise seguirte.
—Yo estaba yendo a tu casa también. ¿Ahora a dónde vamos?
—A tu casa, quiero saber cómo es —dijo Nathan abrazándose del brazo de Leo.
—Pero está mi amigo con sus novios.
—¿Y eso qué?
Cole estaba corriendo por la casa, mientras era perseguido por Roberto y Simon, hasta que los tres escucharon la puerta y se fueron a esconder.
—¿Son ellos? —preguntó Roberto en voz baja.
—No, nos están robando. ¡Claro que son ellos! —dijo Simon lo más bajo posible.
La puerta se abrió, apareciendo Leo y Nathan en la casa.
—¡Feliz cumpleaños! —dijo saltando Simon y casi todas las luces se prendieron.
—¿De quién es el cumpleaños? —preguntó Leo confundido.
Seguido a ello aparecieron Roberto con Cole llevando una cartulina que decía "¿Quieres ser mi novio?"
Cuando Leo estaba apunto de voltear a ver a Nathan, se da cuenta que el está arrodillado frente a él sosteniendo una fresa.
—¡Vamos, Leo, dile que sí! —gritó Simon desde el fondo.
—Esto es tan estúpido —dijo Leo cubriéndose el rostro con sus manos.
—¿No quieres ser mi novio? —Nathan fingió estar dolido.
—¡Claro que quiero! —Nathan sonrió satisfecho—. Ahora dame ese fresa que tengo hambre.
—¡Que vivan los novios! —gritaron los otros tres.
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Igual a las fresas
RomanceLeo se ve obligado a salir de compras. Para su sorpresa hay una nueva tienda con un chico muy lindo que no ha visto antes. Leo comenzará a frecuentar a aquella tienda. ¿Qué pasará cuando esté chico se de cuenta?