La vida sería más fácil si no fuera una parca

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—Disculpe, ¿Usted es Ailyn Velton?

La chica levantó su cabeza para ver al dueño de aquella voz. Él no pareció sorprendido al ver sus ojos rojos por el llanto ni la mirada perdida que poseía. Solo se quedó allí, esperando su respuesta desde la altura que le proporcionaba su bicicleta y sin ningún tipo de expresión en su rostro.

—Yo... ¿Si?

—¿Eso es pregunta o respuesta? —su cara reflejó confusión, quizás, se veía un poco asustado también

—No lo sé

—¿Cómo que no lo sabes? —hizo una pequeña pausa—. ¿No estás muerta?

Se levantó de su asiento lentamente, sintiendo algunos músculos doler por pasar tanto tiempo en la misma posición y es que, después de vagar por las transitadas calles pidiendo ayuda y que todo el mundo pareciera ignorarla, había decidido hundirse en su miseria sentándose en el primer banco que vio para poder llorar tranquila. Se estaba comportando como una niña pequeña a pesar de tener más de veinte años. No estaba muy orgullosa de eso.

—¿Qué quieres decir? —sus ojos volvieron a cristalizarse ante el pensamiento que estaba a punto de expresar—. Yo... ¿Voy a morir?

El chico suspiró cansado, no necesitaba esto en este momento. Solo quería hacer su trabajo pero ahora debía lidiar con un sentimiento humano demasiado complejo para él.

Definitivamente, hoy no es su día, lo cual es preocupante teniendo en cuenta que este es su primer día de trabajo. ¿Qué le espera en el futuro?

—¿Si? —al decir eso, temió que la chica comenzara a gritar, por lo que se apresuró a tranquilizarla lo mejor que pudo—. Es decir, todos vamos a morir pero tú no, osea no ahora —aclaró—. A menos que seas Ailyn Velton -aquí podemos ver que no es el mejor consolando gente

Para su sorpresa, ella pareció recordar algo y buscó desesperadamente en sus bolsillos hasta sacar una pequeña tarjeta, él alcanzó a ver una pequeña foto, sin embargo no pudo leer nada cuando el objeto fue hacia el rostro de la joven. Tampoco le interesaba mucho saber el contenido de ese pedazo de plástico, o sea, nunca había visto una de esas y no le pareció importante hasta que se dio cuenta de la repentina palidez en la que se había sumido el rostro de la pelinegra (color que solo resaltaba su piel y ahora le daba una apariencia casi enfermiza)

—No puede ser —la escuchó murmurar en medio de su pánico—. Si me llamó así

—¡¿Así como?! —preguntó exsaltado, tomandola por los hombros y sacudiendola un poco (de más), como si de esa forma pudiera lograr que las respuestas a sus preguntas cayeran al suelo para poder recogerlas

—Ailyn —dijo la chica, saliendo de su sorpresa

Él la soltó para que una gran sonrisa se posara en su rostro y un grito fuera susurrado a modo de festejo.

—¡Si, puedo conservar mi empleo! —se dijo a si mismo

—¿De que empleó hablas? —Ailyn se limpió las lágrimas con brusquedad, queriendo que dejaran de salir

—Oh, es verdad —todo rastro de felicidad se borró de su cara antes de volver a hablar con la misma voz monótona que usó en la primer pregunta—. Soy tu parca asignada, vine a recogerte —le extendió una hoja de papel y una lapicera, cosa que la confundió momentáneamente—, pero antes, necesito que completes este formulario con tus datos personales y causa de muerte

—Espera ¿Se supone que tú eres una parca? —lo analizó con los ojos entre cerrados

Él suspiró, conteniendo sus quejas. Se repitió a sí mismo que este es su primer dia de trabajo y debe hacerlo bien.

Papeleo [One Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora