↣ It's you that I hold on to ☽ larry :･ﾟ✧

→ parte uno ₍ᐢ.ˬ.⑅ᐢ₎

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Dedicado a: lthsmblue_

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Los mechones suaves y dorados de su cabello caen por su frente e intenta acomodarlos con la delicadeza de sus manos. Sus ojos verdes como el pasto reluciendo se enfocan en las Ninfas recolectando azafrán, al parecer están alentando a la naturaleza para despedirse de los días soleados.

A Perséfone; o mejor dicho Harry; le gusta estar en el prado, adora el olor a flores recién cortadas y cuando las hijas del océano se encargan de colocar margaritas en sus rizos.

Escucha las risas de las jóvenes a la distancia, se acomoda su brazalete de oro ajustado a su piel y arrastra la túnica blanca que se amolda a sus caderas. Toma una larga respiración solamente para comprobar que los últimos días de verano están haciendo presencia en el Olimpo.

No tarda mucho para que las nubes se vuelvan oscuras, Deméter llorará con todas sus fuerzas y el paraíso se quedará en completo invierno cuando sea el momento de marcharse.

Porque siempre es así, Hades tendrá que ir por él para regresar al tártaro mientras el Olimpo presencia la melancolía escapando de los labios de su madre.

Perséfone siempre intenta prepararse unos días antes, mantiene conversaciones con Deméter para tranquilizarla y que el dolor sea menos. Sin embargo esta no es la excepción, observa a su madre vagar entre el prado, con las gotas cristalinas escapando de sus ojos, con el océano haciéndose presente conforme pasan los segundos.

El viento fresco es la señal de que el otoño está llegando y cuando la última hoja caiga de aquel bonito roble, se habrá marchado.

Le causa nostalgia recordar aquel día porque solamente estaba haciendo lo mismo de todos los días. Recolectaba flores en un campo de Enna cuando el Dios del inframundo, mejor conocido como Hades o Louis, decidió raptarlo para llevarlo al tartaro.

Deméter nunca se imaginó que raptarían a su hijo con ayuda de Zeus, su esposo. No hasta que Hiperión, el titán de la luz celestial, decidió contarle la verdad al verla triste y con la vida humana en peligro.

—Sol, dime la verdad al menos como diosa que soy —Deméter rogó apenas con un hilo de voz—. El hijo que parí, mi dulce retoño, encantador por su figura ha sido violentado, más no vi con mis ojos de quien se trataba —lo señaló—. Pero tú que sobre toda la tierra y por el mar diriges desde el éter divino, dime sin engaños si has visto a mi hijo por alguna parte.

—Lo sabrás —el titán respondió con seguridad—, tú sabes el respeto y compasión que siento por ti, afligida como estás por tu hijo. Ninguno de los inmortales es el culpable más que Zeus que se la ha entregado a Hades para hacerlo su esposo.

—¡Cómo se atreve! —El Olimpo retumbó.

—Si, a su propio hermano. Y él se la llevó bajo la nebulosa tiniebla del tártaro. Así que tú diosa, da fin a tu llanto copioso. No hay necesidad de que tú sin razón guardes aún insaciable rencor.

Deméter bajó al inframundo en busca de Perséfone, sin embargo nunca tuvo en cuenta que Hades le pondría una trampa. Él liberaría a su hijo con la única condición de que no podía consumir ningún alimento del tártaro, cosa que no pudo evitar porque cayó ante la tentación del Dios.

—Vuelve Perséfone, junto a tu madre —Hades había dicho después de haberlo tomado sobre su trono—. Quizás para ti no soy un esposo indigno entre los inmortales, hermano como soy del padre Zeus. Cuando estés aquí reinarás sobre todos cuantos viven y se mueven. Habrá castigos para los que te injurien, los que no quieran respetarte.