Dos años antes de la masacre.
Era invierno y la nieve caía, el frío calaba sus huesos y la ventisca helada dejaban su rostro enrojecido. Él se mordía las uñas ansiosamente y trataba de explicarlo, de entenderlo, pero solo conseguía perderse aún más en la fragilidad de aquel ser tan extraño.
Él, un tipo con cierta manía, había sido flechado por la hermosura de un joven de secundaria, un niño muy agradable y silencioso. No solo eso, sino que él asistía a la misma escuela de su pequeño azulejo, pero el niño recién ingresaba y él estaba a un año de salir de aquel lugar.
La primera vez que lo vio fue frente a la fuente del colegio, tenía una bonita bufanda azul y vestía el uniforme color zafiro, con porte y elegancia. Parecía una avecilla, tan majestuosa y llena de color. Desde ahí, al no saber su nombre, decidió llamarlo "pequeño azulejo".
No quería acercarse a su amado por miedo a asustarlo, pues parecía una avecilla asustadiza. Por lo que, empezó a vigilarlo y acosarlo. Pasaba horas detrás del pequeño niño de secundaria, lo seguía y lo observaba mientras el chico leía o se quedaba sentado en la banca del parque. Tan adorable.
Cuando él se dio cuenta de que su pequeño azulejo era dueño de un par de cristales grises, no pudo evitar enamorarse más. Oh, su belleza resaltaba más con sus ojos grises tan expresivos, los cuales hacían contraste con la blanquecina piel y sus sonrojadas mejillas. Parecía tan frágil, etéreo y efímero, que él no se atrevía a acercarse para no corromper su pureza.
Tanta era su obsesión, que empezó a indagar más y más. Entonces, descubrió que el nombre del niño era Noah Higgins y asistía a clases extra de violín durante las tardes de club. Muy hermoso.
Empezó a dejarle mensajes de amor en su casillero, golosinas y pequeños regalos que podían ir bien con el pequeño Noah, incluso sabía que su amado era fanático de las fresas bañadas en chocolate. También descubrió que amaba la música y el arte.
Ya había pasado un mes desde que hacía esto, pero casi medio año desde que se enamoró perdidamente de Noah. Amaba verlo leer sus cartas y sonrojarse cuando lo hacía. Era un niño precioso y él no solo lo quería, lo amaba y no dejaría que nadie le arrebatase a su azulejo.
Una tarde calurosa, Noah había salido a clases de violín y él lo siguió con mucho cuidado. Se enfureció al ver que Noah estaba haciendo amigos varones, pues él quería ser el único amigo de su azulejo. Además, el amigo de Noah le daba palmaditas en la espalda y le revolvía sus cabellos negros, algo que lo hacía rabiar. Estaba celoso y ahogado en sus propios celos, pero, su enojo era, en mayor parte, por lo fácil que era corromper a un ser tan puro como su pequeño azulejo. A él le molestaba que ese otro chico tocara con tanta familiaridad a su amado.
Al mismo tiempo, él había notado que otro tipo también vigilaba a Noah, pero este lo hacía desde más cerca, sin importarle si parecería un verdadero acosador. Llevaba una sudadera gris y se cubría el rostro con la capucha de la prenda. Le parecía muy extraño que nadie pudiese verlo, o, si lo veían, lo ignorasen por completo. Este nuevo ni siquiera asistía al instituto, pero podía pasearse por los pasillos del colegio como si nada.
Al poco tiempo, Noah empezó a mostrar su verdadera personalidad. Había tomado confianza y quería dejar de fingir. Su pequeño azulejo había empezado a cambiar de manera drástica, lo estaban corrompiendo horriblemente y él quería detener esa corrupción de alguna manera. El nuevo había estado bastante conforme con el cambio, pero él no y eso lo enfurecía. Quería salir y golpear al encapuchado de una vez por todas, pero no podía hacerlo, no con Noah tan cerca al menos. Además, ni siquiera conocía la identidad del desconocido y no perdería su valioso tiempo averiguándolo. A él solo le interesaba Noah.
Una noche, él regresaba tarde a su casa como casi siempre, pues pasó toda la tarde observando a Noah, e incluso pudo oírlo tararear dulcemente mientras tocaba el piano de la sala de música. Caminaba por una calle bastante oscura y poco concurrida, sus pasos eran los únicos que podían escuchar, el eco incesante lo hacía mirar hacia atrás por miedo o curiosidad.
Escuchó el repentino golpe de un cesto de basura, así que, se giró rápidamente para encontrarse con un perro persiguiendo a un gato. Entonces, volvió su vista al camino y sus ojos casi se salieron de sus cuencas al ver al encapuchado parado frente a él, con la cabeza gacha. Se mantuvo en silencio mientras esperaba algo de aquel tipo.
—Mantente alejado de Noah... —murmuró el encapuchado y quiso irse, pero él lo tomó de la sudadera y lo encaró.
—¿Me amenazas? No importa lo que hagas o haga el resto, yo nunca me alejaré de Noah —sentenció y soltó bruscamente a su enemigo.
—No es una amenaza, Cooper, es un consejo —refutó el desconocido y empezó a caminar en dirección contraria. Cooper se quedó mirando a la nada y sopesó con cuidado aquellas palabras, pero se obligó a caminar; nadie le haría dudar de su amor por Noah. Y, además, aquel tipo conocía su nombre, pero él no tenía nada.
Cooper se giró en busca del encapuchado y lo encontró perdiéndose en la densa oscuridad de aquella noche. Quiso correr y preguntarle su nombre, pero ya había desaparecido. Sin más, retomó su solitario camino y continuó pensando en las palabras sueltas de aquel tipo y el significado que podrían tener.
Llegó a su casa, lanzó su bolso sobre la cama y, seguidamente, se arrojó él también. Soltó un suspiro y se dispuso a pensar en qué regalo le daría el día siguiente a su pequeño azulejo. Esperaba que su regalo fuera de su agrado, quería impresionarlo.
¡Hey! Sé que no hay mucha sangre ni nada de eso, pero de este segundo cuento también habrán cuatro partes que iré publicando de a poco UwU.
Espero que les guste y nos leemos la próxima. ¡Feliz Halloween! Mejor así: ¡¿Horrible Halloween?! Xd.
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✔ 𝑴𝒖𝒆𝒓𝒕𝒐𝒔 #1
HorrorTodos aquí tenemos miedo de lo que hay en nuestros interiores. Sin embargo, a la par de ese miedo, se esconde el placer y la felicidad de disfrutar y dejar salir lo que escondemos en nuestras entrañas, en nuestras mentes. ...