Capítulo 1

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Estaba en una esquina llorando como de costumbre, harta de todo, de esta vida tan asquerosa e injusta, cansada de ocultar mis sentimientos, de que nadie se diese cuenta del infierno en el que vivía, de que hubiese gente insensible a la que no le importase lo más mínimo el resto de la humanidad, cansada de llorar por aquellas personas que se fueron para siempre y por aquellas que, aunque no se hayan ido, para mi es como si hubiesen muerto por mucho que doliese. Aún así, cuando lloraba en esa esquina me sentía mal, porque no era justo ver solo el lado malo de las cosas, me sentía mal por lo poco que me importaba mi vida cuando la gente que me odiaba, solo por ser como soy, amaban su despreciable existencia, me sentía mal por pensar en acabar con todo mi sufrimiento provocando así el sufrimiento de la única persona a la que creo que le importo, ya que ella para mí, es el ser más importante de este mundo, no, esa persona no es mi madre ni mucho menos, esa persona es alguien a quien le dió igual lo rara que fuese, esa persona es la que vió en mí lo que nadie es, ni fue capaz de ver, esa persona es la única que no se avergüenza de mí y es la que ve encantadoras mis extrañas manías, esa persona es mi única amiga, y a decir verdad es la persona más sorprendente del mundo porque solo ella es capaz de lograr que me olvide, aunque sea tan solo por un momento, el asco que le da a la gente mi jodida existencia.

Al pensar en ella deje caer la cuchilla al suelo, otra vez estuve a punto de hacerlo, cada vez era más difícil olvidar mi vida de mierda y dejar atrás los pensamientos suicidas, cuanto más pasaba el tiempo más veces lo intentaba sin el suficiente valor para hacerlo, porque lo último que quiero es que ella desperdicie una sola lágrima en mí. No, no estaba dispuesta a que sufriera por mi culpa, no sería justo para ella, debía ser fuerte como mi amiga me enseñó, dejar de llorar de una maldita vez y sonreír a la vida, básicamente eso era lo que hacía, sonreía aunque en mi interior llorase, le sonreía a esos abusones cada vez que me insultaban o me pegaban, sonreía para que ella no se preoucupase, sonreía por ella, porque era lo mínimo que podía hacer, por mucho que me costase tenía que sonreír y dejar mi asquerosa vida para la soledad de mi habitación. Si sigo viva es gracias a que su hermosa sonrisa aparece en mi mente cada vez que quiero acabar con todo.

-¿Por qué lloras?

-¡Vete! ¿No ves que soy rara?

-¿Rara...?

-Sí, soy un bicho raro, y tu también lo serás como sigas hablando conmigo.

-No voy a dejar de hablar contigo- sonrió, ¿Es qué acaso no era consciente de que si se quedaba conmigo le quitarían esa sonrisa de la cara de un puñetazo?

-¿Por qué quieres hablar conmigo? ¡Soy rara! Vete por favor, -le rogé entre sollozos- a mi ya me odian, conseguirás que a ti también.- Se sentó a mi lado, seguía con esa sonrisa tan inocente, me daba lástima, parecía demasiado dulce para saber lo que le esperaba.
Me miró.

-¿Sabes? Yo no creo que seas rara, tampoco sé por qué piensas que eres rara...

-Porque lo soy, todo el mundo lo dice.

-¿Y vas a hacerle caso a todo el mundo?

No respondí, simplemente me dediqué a mirar para abajo.

-En el fondo creo que tampoco quieres que me vaya, creo que lo único que necesitas es un abrazo para dejar de llorar.- En ese momento paledecí, esa chica sabía perfectamente que su presencia me agradaba y en el fondo si que quería ese abrazo, me dió la sensación de que me entendía y por eso deseé aún más que se fuera, ya que, de verdad, no quería que pasara por lo mismo que yo.

Me abrazó. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien me abrazaba con cariño. Dejé de llorar, estaba sin palabras. El ultimo abrazo que me dieron de ese modo me lo dió mi padre unas horas antes de morir. Mi padre, la única persona por la que me sentí querida, cuando murió entré en una depresión, y de empezar a llamarme rara unos cuantos niños de mi clase, me lo empezó a llamar hasta mi madre. Yo era la niña rara a la que esa cría estaba abrazando.

-¿Lo ves? Con un abrazo dejas de llorar. Por cierto me llamo Anni ¿tú?- No tenía palabras- La verdad, creo que todo el mundo debería tener derecho a un abrazo, deberían inventar un sítio al que vas y te diesen abrazos gratis, un abrazatorio, sí, eso es, un abrazatorio.- se me escapo una pequeña risita, dios, hacía mucho que no reía, esa chica, sin duda, era especial.

-¡Pero si te has reído!- gritó entusiasmada-¡Oye! ¡Que lo digo en serio! Un abrazatorio sería muy buena idea- dijó con total seguridad a la misma vez que sonreía. Se me escapo una carcajada, y luego ella también soltó una sonora carcajada.

-...Sara- dije en voz baja cuando dejamos de reír.

-¿Qué?

-Yo...me llamo Sara.

-Con que Sara ¿no? Es un nombre precioso, Sara.- otra vez esa sonrisa, esta vez se me contagió y yo también sonreí- pero...¿Sabes que es más bonito que tu nombre?- Negé con la cabeza confusa- tu sonrisa ¿y sabes? No deberías dejar que nadie te la quite.- asentí con la cabeza, asombrada por la dulcura e inocencia de esta chica, que, en el fondo, me entendía perfectamente.

Una vez más recordé aquella vez en la que solo era una niña de 8 años y decidió acercarse a mi, e inconscientemente me cambio un poco para mejor la vida.

My reality is a sucksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora