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Tempestad

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Tempestad.

Cuando me despierto, muevo la cabeza de un lado a otro, sintiendo el cuerpo adolorido y mis extremidades colgando en un abismo al que no termino de caer.

Abro los ojos, analizando mi entorno con minuciosidad, encontrándome entonces con una nueva y oscura visión.

Lo primero que noto es que Enzo ya no está conmigo, y yo tampoco me encuentro en la habitación en la que nos habíamos quedado a amanecer.

Lo segundo... Que estoy atada.

...Atada en una pared.

Y no me había dado cuenta de ello hasta que me ardió la mejilla y quise acercar mi mano derecha para rascarla, pero no pude.

Por el contrario, me había encontrado con una fría cadena envuelta en mi muñeca, sujetándome con firmeza al muro, que por su frialdad parece de metal.

No se me ocurre nada brillante, porque no hay ninguna forma de escapar. Incluso si finjo seguir dormida no hay una manera de que pueda escapar de este lugar tan sombrío. Es como si estuviese atrapada en una cajita, una a la que únicamente yo puedo acceder, como si fuera mi propia mente y eso es asfixiante.

Trato de mantener la calma, pero es imposible. El miedo, el dolor en mi pecho, en mi cuerpo, las amplias posibilidades de haberlo perdido todo.

Todo está en mi contra, así que sólo se me ocurre una cosa: Gritar.

—¡Enzo! —Siento que mis pulmones fallan. Son comprimidos, impidiéndome respirar y los siento expandirse dentro de mi caja toráxica, hinchándose, tratando de admitir el aire, pero este llega con limitación—. ¡Enzo!

Mis ojos de nuevo amenazan con inundarse de lágrimas, todo a nuestro alrededor está mal, absolutamente todo.

Miro a todas partes con desesperación, pero no se ve nada más. Aquí no hay nadie más. Todo está oscuro. No recuerdo nada de lo que pasó luego de haberme dormido. Sólo recuerdo que lo besé... Y luego que me quedé dormida en su pecho, abrazándolo.

Y ahora... En este momento, estoy aquí, sin tener idea de lo que pudo haber pasado antes de despertarme; siendo consciente de que otra vez soy atacada por los monstruos y reconociendo que sólo tengo un temor, un único y escalofriante miedo: No volver a saber nada de mi mejor amigo, que se vaya para siempre.

No podría tolerarlo...

No podría vivir de esa manera...

—¡ENZO! —Vuelvo a gritar con todas mis fuerzas, sintiendo como se rasgan mis entrañas, o tal vez mis cuerdas vocales, no tengo ni la menor idea, sólo sé que algo se fragmenta y que sólo se va a curar cuando lo tenga ante mis ojos... Cuando lo vuelva a ver.

—Hola. —Aparece Draken sonriente, por mi lado izquierdo, como si no acabase de escuchar el penetrante y agudo grito que acababa de salir de lo más profundo de mi boca—. ¿Por qué gritas?

DOLL BOX © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora