01

129 14 11
                                    

"Pequeños tejados"

Atesoro los primeros años de mi vida, sin importar lo difíciles que fueron.

Desde la cima de la colina suelen observarse múltiples paisajes, desde las encantadoras risas de los niños jugando, manchando de barro sus prendas sin consideración alguna por sus madres, las cuales lavaban estas a orillas del río. Hasta los escandalosos refunfuños y gritos  de la Sra. Berta quien nuevamente sorprendió a su marido gastando lo poco que ganaba en una hermosa rubia de piernas largas. Esquinas pacíficas, rincones estrepitosos y callejones esparcidos en polvo, eran los que caracterizaban este pintoresco pueblo, el cual daba la bienvenida al comienzo de otro movido verano.

Me gustaba permanecer en este lugar, la cima de la colina era el pedacito de tierra que consideraba mi universo; un espacio de tranquilidad. Desde ella podía gritar, correr, saltar, mirar el horizonte y descansar, no pedía ninguna otra cosa en particular. Todas las tardes tomaba del escritorio del gerente, una hoja de papel, bolígrafo y huía a toda prisa para no ser atrapado, solo para finalmente garabatear lo primero que se cruzaba por mi mente. Todo, en esa verdosa cima, la testigo de mis aflicciones y mejor confidente...Ojalá hubiera permanecido a su lado, ojalá jamás te hubiera...

Castle Combe, Wiltshire. 27 de junio, Reino Unido, verano de 1770.

— Hide...Hide...¡Con un demonio, despierta, Hideki! — Gritó una aguda y escalofriante voz, con un tono muy pronunciado de enojo y desesperación contra mis oídos. No pude evitar pegar un brinco por el susto que me había provocado el  escuchar ese sonido tan tenebroso,  que rompía mis tímpanos; al enfocar mi vista, visualicé unos enormes y brillantes ojos azules los cuales parecían contener toda el agua del mundo.

— ¿Ahora qué quieres, Beatrice?, ¿No ves que estoy exhausto? Déjame descansar unos minutos y mejor trata de no gritar tanto, si lo sigues haciendo tu boca se caerá y quedarás con un rostro horrible. Hazle un bien a tu cara de porcelana y sobre todo a mis oídos. — Pronuncié con voz adormilada mientras que con mis manos hacía gestos que le indicaban a Beatrice que se fuera, lo cual hubiera sido maravilloso pero el gran Hideki nunca consigue lo que quiere.

Una delgada y blanca muñeca tomó de mis orejas y comenzó a jalarla con demasiada fuerza, al mismo tiempo que su voz chillona resonaba por toda la resección. Dios, cuánto daría por ser una roca y sí, la hermosa bestia salvaje que estoy describiendo es mi mejor amiga, Beatrice Fiore...Un monstruo vestido de traje y tacones puntiagudos, con una...

— "Un monstruo vestido de traje y tacones puntiagudos, con una hermosa melena dorada." Blablablabla, ya sé lo que estás pensando en estos momentos, enano y no, no me haré fea ni en mil años luz, mi rostro seguirá siendo el más destacado y perfecto de este pueblo. Ahora levanta tu plano trasero y comienza a trabajar, el gerente llegará en una hora y si no tienes este basurero limpio, seguro te correrá y será la novena vez que te despiden de un empleo.

— Realmente no es como si quisiera este trabajo. Sabes, puedo hacer muchas más co-
— Hide, no quiero verte otra vez tirado en la plaza de la esquina dibujando líneas sin sentido, lo sabes. — Su tono era de preocupación y con motivos, a la edad de 20 años ya había pasado por más de cinco trabajos y no había podido durar en ninguno.

A veces quisiera haber podido estudiar como los demás, pero para un chico huérfano, campesino y encima inmigrante, lastimosamente no se me es posible. Sólo queda el trabajo de campo o ser contratado en algún establecimiento de mala muerte, para mi mala suerte la condición física que tengo es un asco y por otra parte, me han despedido de la mayoría de establecimientos del pueblo.

El último latir de la golondrina. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora