Capítulo único

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En un piso de edificios en Lugansk  habitaba una madre soltera junto a sus dos hijos, Boris y Taras. La madre, Iryna, era una cajera en un supermercado cercano a su vivienda, además de tener un segundo trabajo como camarera para poder pagar los estudios de sus hijos y mantenerlos. Boris desea estudiar medicina y en poco tiempo tendrá su examen de acceso a la universidad. Hace un par de días cumplió su mayoría de edad, pero no lo celebró para seguir trabajando y poder ayudar a su madre,aunque sea un poco, cuidando a su pequeña y revoltosa hermana. Taras es la más joven de la casa y aún va al colegio. Está cursando segundo de primaria y dice que de mayor le gustaría ser policía para ayudar a la gente. Su padre... Bueno, él falleció cuando la menor de la familia apenas tenía tres años. Tenía un cáncer que fue descubierto demasiado tarde y los médicos no pudieron hacer nada por él. Fue bastante duro para todos la noticia, pero ya está superado. La vida de los tres es normal hasta el momento, pero una tragedia ocurriría para darle una vuelta de 360 grados a su historia.

—¡Boris, enciende la televisión y pon las noticias por favor! —Exclamó Iryna, la madre, desde la cocina mientras preparaba un estofado de carne de cerdo.

—¡Ya voy mamá! —Gritó su hijo Boris con un deje de pereza notable, ya que momentos antes se encontraba en su dormitorio estudiando para su examen de acceso a la universidad.

El joven se dirige con paso lento al salón del acogedor hogar. Éste no era muy grande ni muy pequeño. Nada más salir del pasillo encontrabas de frente una estantería alta y grande de color marrón oscuro con varios libros de diversos autores. A la izquierda había un pequeño mueble para el televisor y a sus lados dos muebles altos de color marrón oscuro, uno que tenía cubertería y otro el cual guardaba fotos de familiares y amigos.  El mueble en el que reposa la televisión, era del mismo color del que está a sus lados, la diferencia es que este es más bajo y posee varios cajones para guardar cosas. Justo enfrente había un sofá grande, de color azul celeste y cómodo en el que Taras y Boris han echado bastantes siestas juntos. Eran buenos tiempos aquellos, pues con lo ocupado que se encuentra el joven ahora no tiene tiempo para eso.  Sobre él había un cuadro de gran tamaño colgado. Boris recuerda que fue pintado por su padre, ya que él le había ayudado. Era un colorido prado repleto de hermosas flores de colores vivos como amapolas, lavanda o gerberas. El sol se asomaba tímidamente detrás de las escasas nubes que eran tan blancas como la nieve. Sin duda, era un cuadro agradable a la vista que transmitía paz, tranquilidad y alegría a quien lo viera. Delante de este había una pequeña mesa de cristal, y encima estaban los libros de colorear de su hermanita junto con los lápices de colores. A la izquierda del sofá se encontraba la mesa del comedor, la cual estaba decorada con un mantel de frutas y que tiene una rosa como centro de mesa, junto con cuatro sillas que tienen un cojín blanco sobre ellas. La luz entraba a la sala de paredes azules y blancas mediante una gran ventana con cortinas de cuadros que no están colocadas correctamente.

    Boris divisó el mando de la televisión sobre la mesa del comedor. Se aproximó a él y lo tomó, para después encender la televisión. Buscó el canal de las noticias como le había pedido su madre, ya que en esos momentos se reproducía la serie favorita de Taras, y cuando lo puso, le subió el volumen para que su madre lo escuchara desde la cocina.

—¡Muchas gracias cariño! —Le dijo su madre.

—No es nada, mamá —Respondió Boris.

—¿Me podrías ayudar a poner la mesa? —Le pide Iryna —. Así descansas un poco de tanto estudiar, no es bueno para tu salud.

—Por supuesto, no es nada.

    Juntos terminan de prepararlo todo mientras ven las noticias, cuando un fuerte sonido se escuchó no muy lejos de la vivienda.

La tragedia del sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora