2. El absurdo poder del novato.

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La gran biblioteca principal del instituto Fernroot era tan solo uno de los majestuosos espacios que el gran centro educativo brindaba a los diversos alumnos provenientes de todo Imperium Terrae

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La gran biblioteca principal del instituto Fernroot era tan solo uno de los majestuosos espacios que el gran centro educativo brindaba a los diversos alumnos provenientes de todo Imperium Terrae. Curiosamente, era el lugar que menos flujo de alumnos tenía, pues la mayoría optaba por no querer perderse entre los bestiales estantes de libros y pasillos; o bien, preferían estar en los patios, salones o en sus habitaciones haciendo sus deberes escolares.

El hecho de que la biblioteca principal estuviera muerta casi siempre, era utilizado por dos jóvenes amantes enamorados para poder estar juntos cuando ellos lo desearan.

Ese sitio fue el que vio crecer el romance de Colin Lovelace y Miranda McGregor, un par de chicos que, como varios alumnos del instituto, crecieron en Fernroot —por distintos motivos— y lo conocieron como único hogar.

A simple vista, un par de polos opuestos, como todas las parejas de las novelas de romance que Miranda leía en secreto. Pero siendo en realidad, una pareja que tenía más de una cosa en común que provocaba un hermoso sentimiento de sincronía. Aunque claro, con sus altos y bajos, como cualquier pareja de jóvenes inexpertos en el amor.

—Yo también comenzaré a portarme como tú —regañó Miranda McGregor, quien estaba recargada de espaldas sobre uno de los estantes—, y le hablaré a cualquier chico que se me cruce —La rubia se cruzó de brazos y desvío su mirada para dejar de ver al castaño que tenía frente a ella.

—Linda, ya te expliqué que ella solo me entregó una sudadera que había olvidado en el patio trasero —Colin puso ojos de cachorro a medio morir e intentó buscar a su chica con la mirada, pero ella lo evitó.

—¡Con mayor razón, Colin! Yo soy la única que puede tener tus sudaderas, nadie más —Volvió a mirarlo, levantando un poco el rostro para poder ver sus ojos color avellana.

—Pero ella no la tenía...

—¡Ya te dije que entonces yo también me comportaré como tú! —exclamó llena de celos y con la furia saliendo en cada una de sus palabras, interrumpiendo la explicación de su novio—. Y ya vemos si eso te gusta.

—Pues a mí me gusta todo de ti —Se sinceró el castaño luego de un corto silencio que hubo entre ambos.

—¡Maldita sea, Colin! —Miranda al principio abrió su boca en señal de sorpresa, pero volvió a expresar su semblante furioso—. Estamos discutiendo, no puedes llegar y decir esas cosas solo porque sí, ¿sabes?

El joven prodigio y el legado Hoolbrook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora