Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Wakui Ken.
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Aquel chico extranjero que apareció de la nada en la vida de aquellos pandilleros pronto partiría de regreso a casa, no sin antes cometer su misión, algo cruel pero la huesuda se lo pidió, no podía negarse ante ella.
~¿Por qué sigues aquí?, ¿De dónde vienes?.— Un rubio sospechaba de él pero solo sonrió, una sonrisa escalofriante a decir verdad.— Chifuyu, pronto me iré no sin antes cometer un pequeño crimen.— Una pelea se avecinaba.
Dos pandillas peleaban, algo que aburría realmente a aquel extranjero, solo miraba la oportunidad para llevarse aquel azabache, tal vez, era muy pronto pero tenía que hacerlo o sino la huesuda estaría furiosa.
Sus ojos se iluminaron, había pasado el destino y nadie podía cambiarlo, camino hacia el azabache quien ahora era el único que podía verlo.— Baji-san, es hora de irnos.— Hablo en un tono calmado y le extendió la mano, el azabache solo tomo su mano y cerro los ojos.
Lo último que escucho fue el grito de aquel chico.— ¿Que es lo que eres?.— Estaban en un lugar extraño para el.— Ellos te guiarán hacia el otro lado pero al parecer debo de volver, mi trabajo no se ha terminado.— Solo desapareció y el azabache fue guiado por un perro calvo, así lo vio el.
~Oh por fin te trajeron, y ellos no son perros calvos, su raza es Xoloitzcuintle, son hermosos, ¿No?.— Hablo una hermosa mujer, solo asintio y se puso al lado de ella.— Espero que mi muchacho haga un buen trabajo, al fin de cuentas el destino no se puede cambiar.— Se rió un poco y empezó a caminar.
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