Blood Red Riding Hood

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Autora: CrisAngelz

Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela

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Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela. Les ayudaba en todo lo que podía y como era tan buena, el día de su cumpleaños su abuela le regaló una caperuza roja. Como le gustaba tanto e iba con ella a todas partes, pronto todos empezaron a llamarla Caperucita roja.

Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre de Caperucita le pidió que le llevara una cesta con una torta y un tarro de mantequilla. Caperucita aceptó encantada.

- Ten mucho cuidado, Caperucita, y no te entretengas en el bosque.

- ¡Sí, mamá!

La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se acercó a ella.

- ¿A dónde vas, Caperucita?

- A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla.

- Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera? Tú ve por ese camino de aquí que yo iré por este otro.

- ¡Vale!

El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa de la abuelita. De modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta. Aunque lo que no sabía es que un cazador lo había visto llegar.

- ¿Quién es? - Contestó la abuelita

- Soy yo, Caperucita - Dijo el lobo
- Que bien, hija mía. Pasa, pasa

El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se puso su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita.

La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso tardó en llegar un poco más. Al llegar llamó a la puerta.

- ¿Quién es? - Contestó el lobo tratando de afinar su voz

- Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla.

- Qué bien, hija mía. Pasa, pasa

Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien porqué.

- ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes!

- Sí, son para verte mejor, hija mía

- ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes!

- Claro, son para oírte mejor…

- Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!

- ¡¡Son para comerte mejor!! - Pronunció aquella frase en un fuerte grito.

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