CAPÍTULO CUATRO - ARIANA AYERS

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Mirza

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Mirza

Un sillón acolchonado y una manta. No hay lluvia, solo su melodía. Está seco. No hay tanto viento y el poco que corre no es tan helado como el que amenazaba con matarme hace tiempo.

 Pero, ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí?
Estaba al lado de Percy. Estaba conversando con él. ¿Por qué no está él aquí?

Tengo frío. Maldita sea. 

Regular mi temperatura no es algo en lo que sea experta. Casi siempre me acurruco entre montones de cobijas y ropa para conseguir por lo menos un poco de calor, sobre todo en otoño e invierno. 

Se que la comida que consumo no es suficiente y justo en estas fechas podría agonizar en mi habitación a causa de... cualquier cosa, no lo sé.

Todos los días me arrepiento de esto, solo no sé como parar.
No sé cómo detenerme.

Al poco tiempo de comenzar a ser consiente, un sentimiento... una emoción, una rara sensación que me asfixia comienza a apoderarse de mi. Yo la llamo ansiedad. Esto es precisamente lo único que me faltaba. 

Necesito abrir los ojos. ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?
Hago un esfuerzo por abrirlos; cuando lo hago, la luz no tarda en cegarme. Lentamente me acostumbro a esta y puedo ver que esta no es mi casa.
Ahora que lo recuerdo, nunca llegué a mi hogar.

Maldición.

Ocupo ponerme de pie y salir de aquí. No debería de estar en este lugar. Yo debería estar en mi casa, en mi habitación, dibujando o haciendo ejercicio.
Últimamente he estado demasiado tiempo sentada y eso es malo. No tendría que pasarme todo el día sentada, no es para nada bueno.
Me incorporo y veo todo con más claridad.

Estoy en un sillón, dentro de una casa común y corriente. Hay dos focos encendidos y un ventilador en el techo. A mi lado hay otro sillón, gris, como en el que yo estoy justo ahora. Frente a mi encuentro una mesa de madera barnizada; está repleta de papeles y algunos envoltorios de chicles. 

Observo todo delicadamente en busca del baño. Necesito ir al baño.

Ahora intento ponerme de pie. Tengo dificultades para eso, me duelen las piernas, no siento las piernas. 

Quito el cobertor que está encima de mi y al hacer eso me maldigo a mi misma. El frío me inunda de nuevo, es como si estuviera fuera de la casa.
Me impulso con los brazos y logro pararme, aunque me tambaleo un poco, logro caminar.
No llevo un rumbo fijo, solo busco un baño.

Hay unas escaleras de madera que llevan a lo que parece ser un segundo piso; posiblemente sean tres.
Y bingo.

El baño se encuentra al final de las escaleras, justo a un lado. Me dirijo hasta este y me detengo frente a la puerta, giro la perilla y entro.
La puerta es muy linda, que por cierto es de un color café. Me gusta el café, ese que se toma en una taza grande con miel y crema, pero el color... bueno no soy fan del color.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2023 ⏰

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