CAPÍTULO TRES - ¿ENTONCES, MIRZA?

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Ezra

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Ezra

Odio a Alex. La odio desde el primer día que la conocí. Hay personas que creen que por ser bonitas pueden tratar a uno como le de la gana (ejemplo, Alex), hay otras que por tener dinero creen que pueden hacer todo lo que quieran (ejemplo, Alex) y existen otras que solo por gustarle a la chica más interesante del mundo puede ilusionarla como si fuera una cualquiera (ejemplo, Alex).

Siempre estive en desacuerdo con ella, su forma de ser no me parecía la mejor y bueno, ¿Cómo no se iba a ganar mi desprecio si ella era la que siempre me trataba mal? Solo por una bromita que le hice. Que mal carácter.

-Desde que regresaste tienes la misma cara, niña.

Andrea se a puesto a un lado mío, tiene un cajita de jugo en la mano y me mira como si fuera un bicho raro.

-¿Qué cara?

-Ah no sé, esa que pones cuando no estás haciendo tu trabajo.

Suelto un suspiro.

Siento la mirada de mi acompañante en mi, sus ojos me están intentando escanear para descifrar en que carajos estoy pensando. Eso me asusta. El día de hoy ha estado algo solo, si bien han entrado una docena de personas cada dos horas, no es para nada comparado a otros días. Es aburrido, pues no hay algo que me distraiga por completo.


Andrea sigue aquí, esperando a que diga algo que la ate a seguir en este espacio conmigo. La veo de reojo.

-¿Finn regresó? -pregunto como si hablar de algo que no sea yo fuera mejor ahora.

-¿Y tú que crees?


Eso me lo dice todo. Estoy a nada de decirle todo a su tía. No quiero tener que lidiar con su trabajo o él. No es precisamente la mejor persona que me haya topado en la vida.

-¿Quieres salir a la banqueta? -, deja la caja de jugo en el mostrador y mete las manos en los bolsillos de su chaqueta. Me sonríe de la forma más cálida que la he visto sonreír, inclina la cabeza para verme mejor y su cabello se carga a un solo lado.

-Claro, ¿contaremos carros blancos y grises?

-Por supuesto.

A veces cuando no hay gente en el local, salimos a la banqueta a hacer lo que podríamos hacer dentro: hablar. De vez en cuando solo salimos a ver quien está afuera de su casa, contamos carros o bromeamos sobre cualquier cosa que pase. Me gusta pasar tiempo con Andrea, es de las únicas personas con las que logro sentirme bien por momentos y eso es mejor a nada. Me quedo sentada en la entrada, me recargo en el marco de piedra y dejo mis pies en el primer escalón. Andrea está a mi lado, imitando mi posición.

-Está comenzando a hacer frío -, tiene los ojos cerrados.

Hay personas en la calle ajenas a nuestra existencia. Algunos niños están ahí, juagando a media calle y haciéndose a un lado cada que viene un carro, algunos padres los supervisan estando sentados en mecedoras ubicadas en su porche. Las farolas se encendieron a las seis, como todos los días del año. Tienen una luz que realmente me resulta tétrica, como si de una película de terror se tratase. Hay veces en las que recuerdo la última vez que vi a Alex, esas farolas con esa iluminación a altas horas de la noche me recuerdan a ese día. Maldita sea.

No recuerdo haber estado así con Dylan y Ariel. No puedo vernos a nosotros en pleno otoño, sentados en una banqueta dejando que el aire que se aproxima nos reseque la piel. En estás fechas nos la pasábamos dentro de una casa, metidos en el sillón, repitiendo más de la mitad del catalogo de Netflix, mientras comíamos un revoltijo de papas con salsa que seguro nos generaron dolor de estomago mucho más tarde.

Hay variedad de voces que sin previo aviso se disipan, haciendo que el claxon de autos a lo lejos se escuchen como si fueran los protagonistas de este instante.

Una ráfaga de viento cae sobre nosotras haciendo que mi cabello para nada bien peinado y amarrado en una trenza desprolija se sacuda con su llegada. El cielo ha estado nublado desde que salí. Las estrellas no se ven y la Luna es opacada por todas las nubes que hay. Me gustaría ver que llueva; que tenga su inicio más leve hasta su punto violento en donde azota todo lo que toca. Solo por novedad.

Las gotas comienzan a caer de a poco, como si pensarlo hubiera causado su llegada para nada inesperada.Los niños empiezan a entrar a sus casas, algunos seguro piensan en correr para no mojarse; veo un gato que camina con paso acelerado; después pasa un carro plateado lo más lento que he visto pasar un carro. Es raro ver a tanta gente en la calle.

A unos metros una chica se acerca corriendo. Andrea se sobresalta al escuchar un trueno y después decide entrar de nuevo. Yo me quedo sentada donde estoy, no le quito la vista a la chica que vi hace unos segundos. Corre como si su vida dependiera de ello, pero realmente no es la más rápida, parece agotada. Cruza la calle como si fuera inmortal y está a unas casas cerca de donde yo estoy.

Tiene la boca abierta como si estuviera hablando, pero no emite ni un solo sonido o quizá si, pero no soy capaz de percibirlo.

Me pongo de pie, estoy lista para volver a entrar. Le quito la vista de encima y me giro para subir los dos escalones de hay para entrar. Volteo a verla una última vez y es entonces que hago contacto visual con ella. Está más cerca. Es alta y no está bien abrigada.
Desde aquí puedo verle las ojeras, como dos grandes camas que acunan sus ojos. Es pálida, como un muerto. ¿Estará bien?

Bajo a la banqueta sin que me importe mojarme. Ella parece chocar conmigo. La sujeto entre mis brazos y ella se desploma encima de mi. ¿Qué carajos está pasando?Mi mundo se detiene por completo.

El aire y la leve lluvia que hay aquí afuera pasan a ser algo en segundo plano, algo a lo que no quiero prestarle atención.

Todos mis sentidos se fijan en ella, como si fuera lo más importante en esta vida y no solo en este momento. ¿Qué debo hacer?

Está helada. La chaqueta de mezclilla que lleva puesta no abriga ni una sola parte de su cuerpo y se siente tan frágil. Desprende un olor a humedad y vainilla, una combinación rara que nunca me había encontrado, aunque me parece increíble poder distinguir determinados olores. Una de mis manos sostiene la suya; es cálida pero agrietada por el mal clima.

Su cabeza quedó entre mi cuello y el cabello que cae por sus hombros está completamente desfilado. Hay mechones de cabello decolorado justo donde debería estar su fleco. No tengo ni la más mínima idea de como debería describir esto. No es algo que me haya pasado antes y no se parece en nada a como sucede en las películas; por lo general solo tropiezan, caen sobre tus brazos, te miran a los ojos y se enamoran para lo que dura la película y unos años más por conveniencia, esto es muy diferente. Ella se desmayó.

NOS VEMOS EN LAS ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora