Perros y lujo III

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Dazai no tardó en colocar su sediento puño en el rostro viejo del hombre.

Alaridos de dolor llenaban el lugar.

Lo golpeó una y otra vez, subiendo la intensidad en cada golpe.

Con el rostro inexpresivo y ojos idos, la sangre y dientes destrozados no le provocaban nada. No titubeó ni un momento.

Bastó con ver a su compañero en el suelo, medio desnudo y tembloroso, con marcas en su cuello y abdomen. Sus ojos rojos llenos de impotencia reteniendo lágrimas.

Saltó sobre Sato y cayó en un trance violento perdiendo los pocos estribos que tenía. Eso era lo mínimo que merecía. Planeaba matarlo lento y dolorosamente. Le cortaría cada dedo y luego las manos, le arrancaría la lengua y le quitaría los ojos.

Sí.

Sólo así calmaría la ira que carcomía su mente y cuerpo.

Se había quebrado los nudillos de la mano derecha pero no le dolía. Río a carcajadas mientras empuñaba su cuchillo propinando cortes desquiciados sobre el cuerpo del hombre mayor.

¡Detente! ¡Ten piedad! ¡¡Te daré lo que quieras, cualquier cosa!!

Oh~ ¿Cualquier cosa? Mhm. . .

¡Si, así es! cualquier cosa te daré todo, mi dinero, información valiosa, lo que quieras Dazai.

–Bien– alejó el cuchillo de su cuello.

–Te lo daré todo ahora mismo– Se puso de pie buscando entre su ropa el teléfono. –Soy yo, escúchame, necesito todo en ...– una puntada dejó salir un cálido líquido rojo expandiéndose sobre la ropa y el piso. –Q-Qué. . .– El castaño sacó de un movimiento el puñal sacudiendo el resto de sangre de la hoja.

–Era mi favorita, ya no sirve. – Encogió los hombros y botó el arma.

Tra-traidor ¡Cómo pudiste!– Habló tambaleando cayendo de rodillas.

–juju~ ¿yo?– sonrió – Pusiste tus manos sobre él, te lo dije, no me gusta que toquen lo que es mío– Ladeó la cabeza borrando la sonrisa de su rostro apuñalando con su mirar.

¡Fue él!  Él me provocó, yo nunca, lo juro.

–Mentiroso. –Lo apartó de un golpe y caminó entre escombros manchando sus zapatos de sangre. Se arrojo al piso tomando a su compañero. Lo envolvió entre sus brazos, sintió el temblor y el hielo en su cuerpo. Lo apretó con fuerza queriendo entregar todo su calor. 

Era el imbécil responsable de lo sucedido, si hubiera abierto su boca, si le hubiera dicho todo lo que le provocaba. Qué cuando lo mira, el anaranjado de su cabello lo atrapa, lo hipnotiza, lo llena de calidez.  Pero siempre disimula, provocando enojos y peleas, sin demostrar que mataría y moriría por él. 

Osamu Dazai no se enamora. 

No podía.

Pero lo estaba. 

Lo amaba toda su alma, una que ya había vendido pero Chuuya luchaba por recuperar.

Se levanto con él en sus brazos saliendo de la habitación en ruinas, Akutawaga los esperaba afuera junto a un grupo de hombres uniformados.

–Todo está en orden –Informó el pelinegro en una reverencia.

–Bien, encárgate de lo demás.

–Como ordene.

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