Todos los días se pregunta si hay algún Dios en el cosmos, abandonándolo cada vez que sus plegarias aumentan entre pensamientos. Tal vez no es escuchado porque apenas recuerda cómo rezar, pero es lo único que guarda en memorias como recuerdo de su mamá. Su verdadera mamá, repite inconscientemente. La mujer de cabello castaño y rostro borrado por el tiempo. Aquella de quien ha olvidado nombre y olor, voz y amor. Cada vez que pide a los cielos por un poco de piedad, un destello ilumina su mente al traer consigo a una omega desconocida a quien alguna vez llamó. Una mujer que ya no existe más. Un pasado tan distante que muchas veces cree, ha sido producto de su desesperación. Real o no, agradece que esos fragmentos difusos hayan sido su único consuelo cuando estuvo en el infierno.
El infierno. Paredes rojas, pasillos estrechos, luces doradas y otras violáceas. Olor a tabaco, alcohol, sustancias nocivas y pasión. Ese lugar titulado como Nuevo Edén* no era un lugar adecuado para los niños, pero abundaban como si se tratasen de florecillas en campo abierto. Todos los días llegaban infantes nuevos que, después de unos meses, desaparecían como si la tierra se los hubiese tragado, aunque aquella alegoría no distaba demasiado de la realidad. Tweek lo asegura porque lo vio más de cien veces. Niñas y niños de tres, siete, diez o catorce años que entran llorando, encerrados en una inmensa habitación antes de ser decorados como un postre dulzón. Sabe que debía ser así. Es el orden natural al que tuvo que someterse.
No recuerda cómo llegó a ese nefasto lugar. En sus memorias apenas habitan trozos de una omega que lo apapachaba como nadie nunca en su vida volvió a hacer. Recuerdos de una vida desconocida en donde abre regalos de navidad con dos personas que se convierten en manchones. Imágenes en donde el mundo es gigantesco y parece ser feliz; habitando el cuerpo de un niño que corre y habla con plena seguridad. Pero ese niño no existe más. Piensa mil y un veces que es producto de sus delirios tras no tener una identidad. No puede culparse, repite las afirmaciones de su psiquiatra, ya que durante casi toda su infancia fue tratado como un objeto.
Es doloroso que su pasado esté contaminado con momentos en donde él es vestido, maquillado y arreglado para alfas que podrían ser sus padres o abuelos. No puede recordar el día en que lo separaron de su familia, pero sí tiene una vívida secuencia de la primera vez que fue subastado cuando tenía seis años. Por más que intenta traer consigo los momentos del pequeño omega llamado Tweek, no logra nada sin tener que recordar al mismo chiquillo siendo observado y tocado por cientos de manos desconocidas. Todo lo que fue no existe más porque la pesadilla dominó por completo su mente. Ese ayer que desea borrar lo atormenta hasta el punto de desear la muerte más que nadie.
No quiere ser tocado, abrazado, besado, acariciado por nadie, jamás. No quiere que lo miren. Los ojos nunca lo dejan en paz. Todas las noches tarda en conciliar el sueño porque asegura ver los rostros de hombres y mujeres que levantaban su ropa infantil. Al caminar en calles solitarias tiene que correr porque está seguro de que ellos volverán a atraparlo. Cuando pasa a exponer en clase mira el suelo ya que, si levanta la mirada, atrás estarán los compradores que consumían su cuerpo. Son tantas las caras que lo lastiman. Alfas jóvenes, ancianos, cansados o autoritarios. Tantos que podría tapizar la ciudad con esos horribles ojos.
No puede disfrutar de su presente porque el pasado lo tiene atado de pies a cabeza. Está seguro de que la vida que ahora tiene es una mera ilusión. Se acostumbró tanto al dolor que ahora la propia tranquilidad lo inquieta. Su nueva madre, Rebbeca Cotswolds, todas las noches lo arropa como si fuese un niño pequeño y, a pesar de amar ese gesto, muy en el fondo sabe que no significa lo mismo que en sus primeros años de vida. Rebbeca es una omega tan amable que Tweek se siente desdichado por haber irrumpido en su vida y tener el papel de un hijo que no puede hacer lo mínimo. Por más que lo intenta, Tweek ni siquiera sabe cómo debe comportarse para enorgullecer a alguien.
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Alfa [Creek]
FanfictionTweek no recuerda su apellido. Lo único seguro es su categoría como omega y el nombre sin significado. Sus padres biológicos son una mancha borrosa y su infancia fue marcada tras haber sido vendido a un prostíbulo. Al tener doce años logró escapar...