'Quédate'

152 9 2
                                    

NARRA JOEL.


Fui el último en llegar a la isla, que ya estaba arropada por la noche. Aquello no era una novedad en lo absoluto, siempre he pensado que "Despistado" debería ser mi apellido, en lugar de Pimentel. Aunque esta vez no fue mi culpa, lo juro. Sé que la puntualidad no es precisamente una de mis virtudes, pero la verdad es que me gusta estar al pendiente de todo, y de todos, a mi alrededor.


A medida de que el bote en el que viajaba se acercaba al muelle, el nudo en mi estómago se profundizaba: Estaba nervioso. Y no era para menos, voy a reencontrarme con el grupo después de dos años, pero especialmente, voy a reencontrarme con Richard.


Estoy cruzando mis dedos mentalmente para que nadie me pregunte por qué abandoné la banda, pero el motivo principal de toda mi inquietud es él, como siempre ha sido.


En condiciones normales, Richard ni siquiera se habría atrevido a asistir, pero Christopher no le dijo que yo también iría. Debo aclarar que yo no se lo pedí, fue una idea del futuro esposo para poder reunir a los chicos durante el fin de semana. Aunque, conociéndolo como lo conozco, probablemente Richard se haya ido de la isla nadando por sí mismo en cuanto se enteró.


No es para nada divertido estar en un lugar en donde sabes a la perfección que tu presencia resulta incómoda, pero no iba a fallarle a la banda y quedar como un traidor otra vez. Simplemente, no lo soportaría.


Salí del bote apenas llegamos a tierra firme. El conserje que me trajo hasta aquí se encargaría de llevar el equipaje a mi habitación, fue muy atento y amable conmigo durante todo el viaje. Mi respiración se entrecortaba a cada paso que daba sobre los tablones de aquel muelle. Tenía una mezcla de emociones dentro de mí que iban desde la felicidad hasta el miedo. No sabía con lo que me iba a encontrar, y eso me mantuvo expectante.


Un sendero apedreado me guía hasta la moderna casa que Christopher y Erick habían rentado para esta ocasión especial. Desde la terraza de la entrada pude detallar la enorme piscina que había en el exterior; creo que puede ser un buen fin de semana después de todo.


— ¡Brócoli, llegaste! — exclama Christopher, una vez que ingreso al interior de la vivienda.


— Christopher, ¿por qué tienes que ponerle un apodo a todo el mundo? — reprocha Erick a su lado. — Además, no puedes tomar como referencia su estilo de cabello, es ofensivo...


— No pasa nada, es solo una broma... — infiere el castaño, aún caminando hacia mí. — ¿No es cierto, Brócoli?


Una sonrisa escapa de mis labios, realmente extrañé a este par.


Pero de pronto, se hizo un incómodo silencio.


¿Cuál puede ser el tema de conversación con los hermanos que te dio la vida dos años después de que los abandonaras sin decir adiós o las razones por las que te fuiste? Yo no lo supe en ese momento, por un instante pensé que serían ellos quienes tomarían la iniciativa para reprocharme por mi huida, pero Christopher se encargó de difuminar todas mis inseguridades cuando no dudó en abalanzarse sobre mí y darme un abrazo, al cual correspondí de inmediato. Erick no tardó en unírsenos. No hubo palabras de por medio, pero ellos lo dijeron todo con esa acción. Ambos sabían que yo no estaba listo para dar explicaciones todavía, y me lo dejaron claro con ese gesto, que fue interrumpido por un comentario extra que provenía desde el pasillo principal que daba hacia las habitaciones.


— ¿Y para mí no hay abrazos? — escuchamos detrás de nosotros.


— ¡Zabdi! — vociferé apenas me di vuelta.


El día que te fuiste • RICHEL •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora