Silencio.
Hay silencio.
Un silencio ensordecedor que me recorre hasta hacer retumbar mis oídos.
La humedad se impregna en mi piel y la lobreguez de la noche me consume, hay una capa espesa de neblina como residuo de la lluvia que aún cae como llovizna, el agua me resbala, el cabello se me pega a la cara y la ropa al cuerpo.
Tiemblo.
Una ráfaga de viento helado me recorre, cruzo los brazos sobre mi pecho, la piel se me eriza. Miro por ultima vez las llamativas luces parpadeantes a la distancia, los colores iluminan las pequeñas gotas de agua que caen, ya no escucho la música, ahora estoy lo suficientemente lejos para que sólo sea un zumbido a la distancia.
Mis ojos arden y hay un nudo en mi garganta que me corta un poco la respiración, cierro mis ojos fuertemente por un segundo antes de seguir avanzando por el oscuro camino guiándome por lo poco que alumbran las bombillas de las farolas.
No estoy muy segura de lo que pasa conmigo, mi cuerpo se siente como si ya supiera lo que tiene que hacer, avanzo, pero no siento mis pasos golpear contra la acera realmente, es como si flotara, todo el camino hasta aquí, desde el cálido ambiente que me daba la calefacción hasta el frio de la calle, todo es como si pasara en segundos. En un momento tengo una sonrisa sobre los labios, en medio de tantos que me hacían sentir tan poco y al siguiente estoy huyendo tan rápido como puedo, porque todos tenemos un límite, un límite para fingir que estábamos bien.
No sé cuándo pasa, pero estoy corriendo, corriendo y corriendo, tan rápido como mis piernas me lo permiten.
Doy vuelta al final de la calle, viendo por fin a lo lejos el destellante parpadeo de las luces del puente. Los coches pasan a mi lado alumbrando brevemente el desolado camino que aún me queda por recorrer, tiemblo, una ráfaga de viento helado cala a través de mi ropa hasta erizar los vellos de mi piel, pero no dejo de correr.
El agua estancada en la acera salpica a mi alrededor por mis pasos cada vez más rápidos, alejándome, sintiendo un ardor en mis pulmones que me hacía creer que el oxígeno que respiraba no era suficiente. Al estar a unos cuantos metros de llegar, soy capaz de escuchar el sonido del agua correr, la marea golpeando violentamente tras la llovizna que había terminado hace unos instantes. Una gota de agua cae sobre la punta de mi nariz alertandome de que otra estaba por venir.
Mantengo la cabeza en alto, con una firmeza de la que aún no me sentía convencida por el miedo helado que corría por mis venas, así que no lo hago.
No me detengo.
No lo pienso
Y sigo corriendo.
Cuando por fin llego es cuando me detengo, con mi respiración a tope y los pulmones ardiéndome, coloco mis manos sobre el helado metal de la barandilla, tratando de respirar todo lo que puedo y avanzo con las piernas temblorosas a cada paso que doy. El viento revuelve los cortos mechones de mi cabello, hay un momento en el que no sé si podré avanzar más y me dejo caer contra el pavimento aún sosteniendo la barandilla.
Sólo déjalo ir.
Olvídalo
Aprende a vivir con esto
Supéralo
Esta vez cuando lloro no trato de detener los sollozos que salen de mí, lo necesito para poder seguir, mis manos sostienen tan fuertes la barandilla que mis dedos se entumecen, pero no puedo soltarla porque si lo hago temo que caeré tanto que no podré levantarme y ya no puedo hacer eso.
Esta vez cuando caiga será en la forma en que yo elija.
Presiono mi cara contra el frío metal y miro a través de las franjas de la barandilla. La vista de la ciudad es magnífica desde aquí, cientos de miles de luces brillando en la oscuridad de la noche, danzando alegremente ante mis ojos, escuchando el sonido de la ciudad de fondo, apagándose a medida que el tiempo transcurre.
No estoy segura por cuánto tiempo me quedo ahí observando la ciudad a lo lejos, pero me parece eterno, tanto tiempo que mis párpados comienzan a pesar por el cansancio, físico y mental que me consumía y sé que el momento a llegando.
Me pongo de pie con ayuda de la barandilla y tomo una respiración profunda antes de apoyar el primer pie en el soporte y después el otro, paso un pie sobre está obligándome a mantener la vista al frente sabiendo que si miraba hacia abajo el vértigo sólo incrementaría el miedo que estaba luchando por salir de mí, mis pies tiemblan un poco cuando termino de pasar el último pie, el viento meciendo los mechones de mi cabello en todas direcciones, una mano temblorosa se suelta de la barandilla por un momento para empujar el cabello lejos de mi rostro, humedeciéndose con el sudor que albergaba mi frente y las gotas de agua que cada vez caían más.
Mantengo mi vista al horizonte, en el punto donde el cielo se confunde con el mar, la aparente infinitud del océano, la luz de la luna en colisión con la marea y el resplandor de las luces reflejándose en mi cuerpo.
Y sólo me quedo ahí un segundo absorbiendo cada parte de este momento en mi ser.
Miro hacia el oscuro cielo estrellado y con los ojos húmedos me recuerdo aquello que me repetí por años.
Terminará pronto.
Miro por primera vez hacia abajo, sólo viendo oscuridad, pero escuchando el fuerte sonido de las olas chocar contra el puente. Sabía que sólo bastaba con soltar mis manos y no estaba lista porque mis dedos aún sostenían el metal tan fuerte que dolía.
Mi vestido revolotea a mi alrededor en ondas de seda color jade, una danza que parece igualar a las brumosas olas del mar.
Podía escuchar la lluvia caer al compás del acelerado latir de mi corazón justo en mis oídos, punzando a través de mi cuerpo, saboreando una sensación amarga que se apoderaba de mis papilas gustativas.
Miro a mi alrededor por última vez, grabando en mi recuerdo todo lo que valía la pena, con los labios temblorosos sonrió levemente, feliz con que esto sea de lo último que vea.
Cierro mis ojos con fuerza, las lágrimas corriendo por mis mejillas, un par de sollozos escapan de mi garganta sintiendo mi cuerpo entero temblar, mi agarre sobre la barandilla cada vez más débil, mis pies resbalándose del borde sin hacer nada por mantenerme.
Lo primero que pienso al caer es que estoy flotando, el viento chocando contra mi cuerpo, meciéndome, por un momento me hace pensar que no está pasando nada, sólo puedo ver el borrón de las luces y el cielo tan oscuro envolviendo me, mis oídos zumban y de un momento a otro hay un sonido desgarrador que sobresale, dividiéndome, antes de que me cuerpo entre en colisión con el agua me doy cuenta que soy yo.
Estoy gritando.
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Despúes de caer
RomanceDespués de tomar la peor decisión de su vida y saltar de un puente, Lucía cree que su vida no puede ser mas complicada y entonces se encuentra frente a frente con el hombre que salto detrás de ella y le salvo la vida. Ella sabe que es el hombre corr...