PRIMER CAPITULO

36 2 0
                                    


SARA.

Llegó el día. Mi reloj sonó temprano, quizá demasiado. Contando que no era día de semana, no había podido dormir nada así que daba igual la hora. Me levanté rápidamente, mientras se hacía el café, me di un baño con agua templada solo para quitarme el calor del cuerpo. El baño detallado lo había hecho la noche anterior, con calma para asegurarme que todo quedase perfecto.

Ya con la toalla puesta y la taza de café en la mano revisé el celular (demasiado temprano), sin embargo eso me daba tiempo de cuidar cada detalle. Me maquillé delicadamente y guardé la pintura de labios en el bolso. El cabello suelto por lo momentos, aunque llevaba siempre una cola en la muñeca derecha, lista para usarla. Pasé mucho tiempo arreglándome porque había dedicado mucho esfuerzo en obtener la imagen perfecta. No desayuné, había tantas emociones en mi cuerpo que no había cabida para el alimento, así que cuando ya estuve lista, agarré mi bolso y salí.

Era una mañana bastante helada, el viento frío se cortaba en mis mejillas pero yo sentía un calor que me quemaba por dentro, estaba sumamente nerviosa así que decidí caminar y aliviar mi estrés. Me puse los audífonos y la música me llevó a ese estado de calma infinita que hacía meses que no sentía. Por unos minutos estuve en paz.

II

Ahí estaba yo, de pie frente a un gran edificio, alto y elegante. Una entrada amplia y un lobby lujoso me recibían con los brazos abiertos. Los botones, solícitos me guiaron hacía la recepción donde pedí por su habitación. Me dieron una tarjeta y me dirigí al ascensor. Al tocar el botón las puertas se corrieron y apareció frente a mí una mujer rubia vestida de negro. Entré y agradecí los espejos y la luminosidad. Me revisé concienzudamente, el cabello en perfecto desorden, el vestido negro, sencillo y sin escote esconde totalmente la puta que está debajo. Acomodé las medias y chequeé que mis tacones rojos estuviesen limpios. Saqué del pequeño bolso mi labial rojo y pinté mis labios no una, ni dos, sino tres veces para que cuando me besara quedasen las marcas por todos lados. Miré hacia arriba y en la esquina vi una pequeña luz roja que me observaba, eso encendió más la adrenalina y pasé el dedo índice por mi boca y con él, repasé en el espejo mi silueta. Le sonreí a la cámara y se abrieron las puertas. Salí del ascensor y ví el largo pasillo que me llevaría a esa puerta donde el placer me estaba esperando.

III

Estaba de pie con la tarjeta en la mano sin saber qué hacer. Debería entrar? Qué había allí dentro? Era verdad todo lo que sabía? O era solo una ilusión? Mi cuerpo temblaba de una forma incontrolable, la adrenalina de pensar lo que iba a pasar, el miedo de conocer a ese extraño que se convirtió en una obsesión, la emoción de querer vivir sensaciones nuevas, todo revoloteaba en mi cabeza y yo no sabía qué hacer.

Me tomó unos minutos recuperarme y finalmente, acerqué la tarjeta al dispositivo. En ese momento un líquido tibio se deslizó por mi pierna derecha y solo pude sonreír. Se oyó el clic de la puerta, la empujé y entre.

Frente a mí había un hombre sentado en un sillón. Detrás de él, un ventanal inmenso me mostraba en su plenitud una ciudad cosmopolita a la que yo había llegado hacía un día atrás y aún no conocía. Un sonido me sacó de mis pensamientos y, como pude caminé hacia esa voz que me invitaba a pasar. Él se levantó y fue a mi encuentro; mucho más alto que yo, con sus manos perfectas agarró mi cara y besó dulcemente mis labios. Luego bajó hacia mi cuello y con suavidad tomó mi bolso y la tarjeta, las colocó en una mesa, me tomó de la mano y me llevó hasta la gran cama.

Sin mucho miramiento, pronto mi decente vestido yacía roto en el suelo y pude ver cómo ese hombre quedaba deslumbrado por mi cuerpo y la sexy lencería que lo cubría a medias. Se podía notar que él también estaba ansioso, sus manos mostraban el nerviosismo que recorría su cuerpo y en sus ojos se podían leer todos sus pensamientos. Tragaba saliva muy seguido y antes de tocarme fue a tomarse un trago. Me ofreció una copa larga, llena de burbujas y yo la bebí con el mismo apuro que él, agradeciendo ese líquido frío y campaneante que estaba refrescando mi garganta e iba subiendo de inmediato a mi cabeza.

SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora