CAPITULO DOS

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PARIS

Me levanté de la cama apenas se fue, recogí mi cabello, busqué en mi cartera mis lentes y con el control de la televisión en un mano y la bandeja de comida en la otra, me embullí en la inmensa cama y comí hasta dormir.

A la mañana siguiente el teléfono de la habitación fue mi despertador, la encantadora recepcionista me avisaba que el chofer esperaba por mí. Aun dormida y confundida recordé que la única ropa que tenía estaba rota en el suelo, pero recordé que había dicho que estaba todo arreglado y en la silla había unos jeans, una preciosa blusa y las botas que él sabía que me gustaban. Era primavera así que no había necesidad de llevar más ropa. En la mesa había un sobre con mi nombre, tragué una espesa saliva al verlo pues caí en cuenta que estaba muy excitada al recibir el pago por el día anterior. Lo tomé y abrí lentamente, me lo llevé a la nariz y el olor que emanaba de su interior llenó un vacío que estaba en mi interior. Debo reconocer que tener ese dinero en mis manos me hacía feliz, así que me vestí y salí a gastármelo todo.

París representaba el epítome de todos mis sueños. De pequeña ansiaba recorrer los Campos Elíseos como la Dama de las Camelias guindada del brazo de mi amado, sin embargo, recorrer sus tiendas con mi bolso lleno de dinero era mucho más romántico en esos momentos. Me costaba caminar, todo mi cuerpo estaba entumecido de dolor, esas botas bellísimas eran demasiado para mis pobres piernas cansadas así que la primera tienda que visité fue una zapatería y allí mis habilidades de estilista profesional afloraron. El día pasó muy rápido, entraba y salía del carro, pidiéndole al chofer que me llevara a cualquier lugar que se le ocurriera. Después de comprar me llevó a un museo que en sus tiempos había sido la casa del famoso artista. Recorrí la hermosa mansión imaginando incontables historias de amor y sexo que pudieron haber sucedido allí, cada cuarto me estimulaba más y más la imaginación hasta el punto que sentí ganas de tomar el celular y llamar a mi mentor, pero me contuve porque eso no estaba permitido, siempre debía ser él quien me buscara y yo debía estar a su disposición.

Al salir al jardín observé a una pareja de adultos acostados sobre una manta teniendo sexo desenfrenadamente, ella estaba sentada sobre él gimiendo mientras él le estrujaba los senos aplastados y escurridos por la gravedad. Para ellos no había nadie a su alrededor aunque yo me encontraba entre el pequeño grupo de personas que había detenido su visita para observarlos. Miré a mi lado y una pareja de chicos veían con morbo a los ancianos y pude sentir el deseo que crecía entre ellos cuando decidieron unirse y un calor comenzaba a hervir en mi vientre. Dejé a las parejas y vi al chofer que me hacía señas para ir a comer. Me desperecé y salimos del museo.

Fuimos a un pequeño restaurante y agradecí el sentimiento reconfortante que me daba ese alimento. Muchas emociones habían sufrido mi cuerpo y mi mente durante estos días por lo que era necesario ese instante de normalidad. Pronto regresamos al hotel, debía descansar y recoger mis maletas pues mi viaje estaba por terminar.

II

Al entrar en el hotel lo volví a ver, no era la primera vez en el día que notaba su presencia, había estado en los mismos lugares que yo y, aunque al principio pensaba que era coincidencia ahora sabía que no era así. Se encontraba sentado en el lobby con sus ojos puestos en la entrada por lo que inmediatamente hicimos contacto visual. Era un hombre de mediana edad, quizá en sus cuarenta, muy bien cuidado lo que me resultaba increíblemente atractivo. Al fijarse en mí, me dedicó una sonrisa y entendí el mensaje por lo que fui a mi habitación para dejar mis cosas, bañarme e ir a su encuentro.

En mi habitación había una nota sobre la cama y otro sobre. Estaba escrita a mano, era de mi amigo. En ella decía que debía estar en el restaurante del hotel a las 11:30 pm, pues me esperaba una sorpresa. En el closet había dejado la ropa que debía usar y pedía expresamente que no me pintara los labios. Una rara sensación comenzaba a recorrer mi cuerpo, a pesar que no era nueva para mí, me extrañaba sentirla ahora. También me pedía que no abriera el sobre hasta estar dentro del avión y aunque me picaban las manos, sabía que era mejor no desobedecerlo así que me bañé, me puse el horrible vestido purpura que me había dejado y bajé a mi cita.

III

Toqué el botón del ascensor y al abrirse las puertas, el ascensorista me dedicó una media sonrisa y una mirada diabólica. Me veía tan puta ya? Observé en el espejo que ese vestido me quedaba espantoso, quizá demasiado pequeño y ajustado, mostraba demasiado mis senos y no dejaba nada a la imaginación. Fueron los segundos más largos de mi vida. El lobby estaba en silencio, solo se escuchaba el tintineo de mis zapatos dirigiéndose al restaurant. Empujé la puerta y lo que vi me dejó muda, estaba completamente vacío y en la mesa más alejada estaba el hombre que había visto tantas veces hoy.

La cabeza me empezó a dar vueltas inmediatamente. Que se suponía que iba a pasar? Que debía hacer? Acaso esto era obra de mi amigo? Quería que me acostara con ese hombre? A pesar que hablábamos libremente sobre nuestras fantasías y que no éramos exclusivos, nunca habíamos mencionado que me acostara con otros hombres... Había más dinero en el sobre? Con todas esas preguntas agobiándome seguí caminando y al acercarme vi que el hombre que me había parecido culto y atractivo no era más que un hombrecillo ordinario y sin ningún encanto. Se levantó de la silla y con un ademán indicó mi puesto, sonrió y me dijo que me había observado llegar la mañana anterior y que, al enterarse con quién estaba inmediatamente organizó esta reunión. Yo sonreí, entonces esto si era algo planeado por mi amigo, fue cuando entendí que oficialmente era una prostituta, su prostituta. Y eso me gustó.

Cenamos y descubrí que ese hombrecito insignificante era el dueño de ese y algunos hoteles y propiedades de Francia, era muy simpático y conversador. A diferencia de mi amigo que era un hombre muy cerrado y distante, éste era bonachón, risueño y me dejaba muy en claro que quería ser notado por todo lo que poseía. La cena fue esplendida, bebimos el mejor champán y la verdad lo disfruté mucho. Cuando todo hubo acabado, se levantó de la silla y me tomó de la mano, me llevó a su habitación por un ascensor privado y ahí comenzó a besarme. Sus manos estaban por todos lados y en menos de cinco minutos ya tenía el vestido arrugado en mi cintura y la boca de este hombre entre mis piernas.

Nunca me había cogido a un francés. Pensaba que sería un gran amante, como siempre escuché decir a mis tías, pero cuando me estaba devorando entendí que no siempre es cierto lo que dice de la gente. El buen uso de la lengua solo lo tenía al hablar, pues parecía desbocarse y no tener sentido del gusto. Sorbía, chupaba, mordía pero solo hacía daño y pronto toda mi excitación se fue por el caño. De pronto recordé que este era mi nuevo trabajo así que tome las riendas del asunto y me dispuse a disfrutar.

Primero me quite sus ventosas de encima y lo lancé contra la cama, la expresión en su cara fue de asombro total. No sé qué le habían prometido, pero en ese momento me di cuenta que eso no era por lo que había pagado y eso me excitó mucho más. Le hablé en francés y le di órdenes para que se quitara la ropa y se volviera a acostar. No es necesario decir que fui yo quien tuvo las riendas del juego esa noche, yo me lo cogí. En él descargué todas las rabias y frustraciones que tenía escondidas en lo más profundo de mi ser, la ira que sentía al saber que mi vida había cambiado y que ya no habría vuelta atrás, la decepción de haberme sentido traicionada tantas veces, el dolor de sentirme tan sola.

No duramos mucho, en medio de mi locura cuando estaba sentada sobre él cogiéndomelo casi histéricamente, vomité toda la cena. El, me quitó de encima profiriendo una cantidad exorbitante de insultos, me tumbó al suelo, agarró sus cosas y se fue. Me levanté y me vi en el espejo del baño, completamente borracha y llena de vómito. Me bañé y me acosté a dormir, no tuve tiempo para pensar en nada. Así terminó la última noche del principio de mi nueva vida.

SaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora