Capítulo I

27 2 3
                                    

Su cabello dorado, tan perfectamente planchado; su piel blanca, que fomenta mi deseo de acariciarla hasta gastarla; su sonrisa angelical, que roba mi aire de tan solo mirarla.

Ainhoa, con esos ojos tan pequeños y hermosos, es la persona que nunca pensé llegaría a mi corazón; pero caló en él tan rápido y fácil, que no pude detener el sentimiento que brotó en mi interior.

Pero la vida nunca es tan fácil y, aunque deseo pasar cada segundo de mi vida a su lado, enredando mis dedos en cada hebra de su cabello y escuchando cada latido de su corazón, mientras la acobijo en mi pecho con pasión, los obstáculos son tan grandes que no podemos ignorarlos y avanzar como queremos.

Un pedazo de papel, delicadamente doblado, se desliza por el suelo de mi habitación, tras ser arrojado por la mujer rubia que se aleja rápido para no ser descubierta. Apresura su paso hacia la parada de colectivo, en donde cada día inicia el viaje a la universidad.

Recojo el avión de papel con cuidado y la desarmo para leer su interior. Puede parecer infantil este medio de comunicación, pero es el único que se nos ocurrió luego de que sus padres le impidieran charlar con alguien como yo. Es ilógico que dos personas mayores le impidan a una joven de veintiún años hablar con su vecina, ¿no? Habría que hacerles entender a los padres de Ainhoa que mi color de piel no determina mi forma de ser.

«Buen día, mi amor. Espero que tengas una linda semana.

Quiero verte, pero ya sabes que mis padres están en casa y no quiero un quilombo1 otra vez.

Te amo, Alika.»

Leo más de una vez cada oración, porque aunque no sea el gran texto, me causa emoción. Mi corazón se reduce a nada cuando vuelvo a recordar esa charla a medianoche, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas y me dolía ver sus tristes ojos color marrón.

«—No sé cómo hicieron, Alika, pero leyeron cada mensaje con vos. —Sus lágrimas humedecen todo su rostro—. Quiero estar con vos y no tener que hacerlo a escondidas. De verdad, no me gusta recibir sus quejas solo porque salgo con alguien de 'otro color'.

—Ellos tienen otra forma de pensar, mi vida. —Paso mi brazo por sus hombros y la acerco a mí con cariño—. Su crianza los llevó a tener esos pensamientos y rechazo hacia la gente como yo.

Su mirada está perdida en la mora2 frente a nosotros, sin mirarme, pero permitiéndome tenerla junto a mí.

—¿Qué culpa tengo yo?

—No tenes culpa de nada, Ainhoa.

—No quiero esto.

Tomo su rostro entre mis manos y seco sus mejillas lentamente con las yemas de mis pulgares. Cierra sus ojos despacio, a la vez que yo aprecio su belleza de cerca y con todo el amor que desde un principio se ganó, uno nuestros labios en una danza que solo ambas sabemos bailar y disfrutar.

—Estaré con vos en esto —le susurro alejándola un poco.

—No quiero que todo se vaya a la mierda.

—No lo hará —le aseguro—. Seguiremos juntas siempre, pero ahora debemos darles tiempo para que mediten y pensar bien lo que haremos. No te dejaré, Ainhoa.

—Te amo —suelta a la vez que arroja una lágrima otra vez.

—Yo lo hago más.

Nos fundimos en un beso tan profundo que nos causa la necesidad de tomar aire para volver a la normalidad. Nuestros dedos se juntan demostrando la forma en que cada parte de nuestro cuerpo se complementa y la luna nos ilumina toda la noche, mientras gozamos la una de la otra y aclamamos por un final feliz para esta historia tan difícil que nos toca vivir»



✈✈

Glosario:

quilombo ocasión conflictiva, de difícil resolución.

mora2 árbol de la familia de las moráceas.

Un último avión de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora