Una semana.
Eso ha pasado desde la última vez que vi a Ainhoa. Semana llena de carreras por buscar partidas de nacimiento; llamar a mi mamá para que esté informada de lo que haré y no se sorprenda luego; recibir su presencia en mi casa luego de que saltase de la emoción al recibir la noticia y buscar a dos personas que testifiquen nuestro matrimonio.
Todo valió la pena. Cada mínimo movimiento lo vale cuando me veo entrando al registro civil con un corto vestido aterciopelado y mi pelo cuidadosamente recogido, de la mano de ella, de quien hoy concederá el papel de mi esposa. Tan hermosa como siempre con un tallado vestido claro que resalta la belleza de sus definidos pómulos y su corto cabello.
Todo parece ir a la perfección, hasta que, justo al dar un paso, una al lado de la otra, captamos una voz detrás que nos obliga a voltear para detallar a las dos personas presentes, sin invitación.
—¡Ainhoa, ¿qué pretendes hacer?! —grita furiosa una mujer de edad mayor.
Recorro con mi mirada su cuerpo y ruedo los ojos exhausta de este tipo de quejas. Reconozco a la mujer y a su marido, lo que causa que una llama de ira se encienda dentro de mí.
Ellos no buscan la felicidad de su hija, sino lo que según ellos es «correcto»
—Estoy por casarme, mamá —contesta Ainhoa con una sonrisa, que aumenta el enojo de quien me repasa furiosa.
—¿Con permiso de quién? —agrega el hombre presente.
—Ella es mayor de edad —defiendo—, no necesita el permiso de nadie.
—Te callas mal educada.
Esas últimas palabras caen como lava sobre mí y encienden una furia para nada agradable. Si no fuese por el agarre que provoca mi futura esposa en mi muñeca, convertiría esto en una batalla campal.
—Papi, mami —empieza—, solo quiero ser feliz y junto a Alika lo soy. No me importa su color o piel o nacionalidad; tampoco su clase social o la forma en que vive, porque nos amamos y nos hacemos bien. Mami, ¿vos sos feliz con papá? —La mujer asiente a la vez que vuelca los ojos—. Ves, no importa su aspecto o de lo que trabaja, porque solo importa lo que te hace sentir.
—Pero... —intenta hablar el padre, pero antes de que sea posible abro mi boca.
—Señor y señora, —Cierro mis puños intentando tranquilizarme y llevar esto por un camino de paz—, jamás le haré daño a su hija, si es eso lo que les preocupa. Es cierto, fui criada de una forma distinta, con otra cultura y pensamientos, pero, ¿cuál es la importancia de eso? Si la amo y quiero cuidarla el resto de mi vida.
Ambos se miran el uno al otro y tras vernos a las dos tomadas de la mano sé que entran en un debate con ellos mismos.
Antes de que den su última opinión, la voz de mi mamá capta la atención de todos.
—Con todo respeto, les pido que las dejen ser feliz. No conocen el esfuerzo que han realizado estos últimos tres años. Y, a pesar de las dificultades, nunca se separaron, porque se hacen bien. ¿Acaso la felicidad de su hija no vale? ¿Tanto cuesta poner en duda sus pensamientos y entenderlas?
—El color de piel no define a la persona —acaba Ainhoa dándole en el punto justo para que ambos se den la vuelta y se vayan, sin quejas ni problemas.
Tal vez sería mejor que se quedaran a disfrutar de este momento; pero si no se sienten a gusto lo mejor es que se retiren, ya que no necesitamos malas vibras.
Por fin, y con una alegría invadiendo cada rincón de nuestra piel, avanzamos hacia donde nos recibe una mujer de traje negro.
Los nervios nos toman en cuanto nos da la bienvenida y, de un minuto al otro, me encuentro cayendo en un sueño irreal. Veo como su boca perfectamente maquillada se mueve pronunciando palabras que no me es fácil entender y siento la suave mano de Ainhoa sobre la mía.
Suelto la respuesta esperada cuando los ojos caen sobre mí y lo siguiente lo vivo en cámara lenta. Mi mano queda fría al firmar el papel que nos declara pareja y mi ahora mujer no deja de mirarme con esos perfectos ojos almendrados que tanto adoro.
Mis labios se posan sobre los de ella para iniciar el baile que solo ambas sabemos bailar y cierro mis ojos absorbiendo su perfume y recordándome a mí misma que, después de todo lo pasado, somos pareja ante la ley.
—Te amo —le susurro antes de salir del registro civil.
Un pequeño grupo de gente nos recibe al cruzar la puerta y me siento completamente plena cuando, hasta los niños, arrojan arroz sobre nosotras con sonrisas en sus rostros. En este tiempo que viví aquí descubrí que esta es una tradición después de cada casamiento y no puedo explicar lo bien que me hace vivirla junto a ella.
—Ven. —Ainhoa me aleja un poco de la gente y llama a un amigo que le entrega una hojas de papel.
La desliza por mi mano y me indica que la lea.
«Alika, mi esposa.
¡Qué bien se siete escribir esto!
Quise escribir para recordarte que te amo y estaré para vos siempre, a pesar de los obstáculos.
Mi amor, te convertiste en mi todo desde que me encontré con tus ojos esmeraldas en la heladería que ambas solíamos visitar.
Jamás olvidaré nuestro primer beso, ni cuando me presentaste a tu mamá. Te veías tan feliz que me sentí completa al saber que era por mí.
Alika, mi mujer, lo logramos, a pesar de todo, lo hicimos y hoy puedo compartir cada futura experiencia con vos.
Gracias por hacerme feliz y no dejarme nunca.
Gracias por querer cumplir este sueño conmigo y no bajar los brazos en cuanto tuviste oportunidad.
Te amo y te amaré siempre, boluda7 (¿recuerdas cuando escuchaste por primera vez esa palabra? ¡Hubieras visto tu cara, fue cómica! Jajajaja)
Juntas hasta la eternidad.»
Una lágrima cae por mi mejilla y después de leer la última palabra tomo a Ainhoa entre mis brazos y la presiono en mi pecho.
—Te amo demasiado.
—También lo hago, mi amor.
Nuestros labios se unen una vez más. Un beso corto pero eterno en nuestros corazones.
—También quiero escribir algo —digo sintiéndome mal por no haberlo hecho.
—Sé lo que sientes, no es necesario. —Sonríe—. Ahora quiero que hagas un avión de papel con la hoja.
No entiendo su objetivo, pero aun así lo hago y convierto la hermosa carta en un perfecto avión.
Ainhoa desliza su mano sobre la mía y toma, también, el avión, para indicarme que lo suelte a la cuenta de tres.
—Uno —cuenta—, dos... tres. —El avión vuela y nos damos la vuelta alejándonos—. Un último avión de amor —susurra.
No creo que llegue lejos, porque a fin de cuentas es solo una hoja de papel, pero me llena saber que ese fue nuestro último avión de amor.
✈✈
Glosario
boluda7 que hace o dice tonterías, se comporta como un estúpido o no es responsable
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Un último avión de amor
Romance«Debéis ignorar a esos diablos o compadecerlos porque son esclavos de sus prejuicios, fanatismo, ciegos odios y estúpidos miedos y, cuando llegue el caso, debéis uniros el uno al otro estrechamente desafiando a esos mentecatos. Cualquiera podría pon...