Capítulo 9. Hogar dulce hogar

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Después de semanas de reparación, el Dream Inn volvía a abrir sus puertas y las Price (junto a Morgana), no podrían estar más que felices. A pesar de que Polly estaba agradecida con Morgana por haberles dado alojo en su hogar, se encontraba aliviada por ya no tener que ser obligada a recoger manzanas a las 6:00 de la mañana.

Polly llegó por la noche del trabajo, entró por la puerta principal del lobby y se sorprendió al ver a dos huéspedes acurrucados en uno de los sillones de la sala. Era el primer día de la reapertura y ya había gente en el hotel lo cual era fascinante, incluso se imagino a Greta dando saltitos de alegría al ver a los huéspedes llegar.

Tratando de no molestar a la pareja, se apresuró a subir hasta el tercer piso y entrar a su habitación, la cual seguía intacta, solo un poco empolvada. Sus cosas seguían en la maleta, la cual no tuvo tiempo de desempacar esa mañana, la tomó y dejó sobre la cama, después la abrió y sacó toda su ropa separando cada tipo de prenda por secciones.

Pasó un par de minutos guardando todo en el placar, pero cuando terminó de ordenar no tardó ni cinco segundos en quitarse la ropa que llevaba puesta para ponerse el pijama. Tomó la ropa usada del suelo y  la depositó en una canasta, no sin antes oler la chaqueta que antes llevaba puesta; por un momento tuvo la sensación de que olía a Bennett, pero cayó en cuenta de que solo era café y vainilla.

Lógico, trabaja en una cafetería, dah.

Tres toques sonaron en la puerta, la cual se abrió dando pasó a Greta, quien soltó una carcajada al ver la pijama de winnie pooh que la chica vestía.

—¿Qué esa no es la pijama que te regalé en la navidad del 95?

—Ah sí, ya me había olvidado de dónde la había sacado.

—¡Pero si  apenas tenías 15 años! ¿Cómo es que aún te queda? —Preguntó sorprendida.

—Parece que deje de crecer a los quince, al menos salí más alta que mamá.

—Por suerte, pero bueno, ¿Porqué te cambiaste? aún es temprano para ir a dormir.

—Sí, lo sé, pero me siento derrotada.

—Bueno, al menos ven a cenar con Morgana y conmigo, preparó un panqué de plátano que huele delicioso.

—Está bien, en un minuto bajo.

—Te esperamos. —La mujer estaba apunto de irse, pero se detuvo y dio media vuelta encarando a Polly—. Por cierto, ¿Por casualidad no tienes un peine extra que pueda usar? dejé el mío en casa de Morgana, juro que últimamente tengo la cabeza en otro lado.

—Amm, puedes usar el mío está ahí en el tocador. —La mujer se acercó hasta el tocador en busca del peine pero en su lugar tomó una hoja blanca doblada a la mitad. Tardó un par de segundos, parecía estar leyéndola, Polly recordó y supuso que era la vieja carta de aquella vez, la que escribió sobre el chico cuya identidad sigue siendo desconocida para ella.

—¡Oh por Dios, Benjamin!

A Polly le extraño escuchar a su abuela mencionar el nombre del chico con tanto deleite, como si lo conociera y se sorprendiera por su mención. Greta pareció notarlo y dejó la carta sobre el tocador para después tomar el peine y caminar hasta la puerta.

—¿Lo conoces? —Preguntó la chica.

—¿Qué?

—Que si conoces a Benjamin, al de la carta.

—Ah. No, ¿Tu sí?

—Pues la verdad es que no tengo idea, pero al parecer mi yo de 16 lo conocía, y muy bien.

Té escribí una cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora