Líneas del Metro

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One Shot inspirado en Traitor de Olivia Rodrigo.

Quinta parte de La Gracia del Destino.

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Daumesnil

Amelia soñó con el pasado. Fue como ver el corto cinematográfico de una parte de su vida que creía estar olvidando. Recordaba el sueño de principio a fin; cada imagen y sonido. Si cerraba sus ojos, podía incluso ver a Luisita sonreír de felicidad y alivio. De esa forma en que lo hizo cuando ella le pidió matrimonio. Justo después de que Amelia le dijera sí.

Había pasado mucho tiempo. Casi dos años desde que no sentía tan viva la memoria de aquella época. Por instantes, juraría que era real. De alguna manera, sentía el cosquilleo del anillo de compromiso en el dedo anular de su mano izquierda. Por momentos, tenía que percatarse de que no estuviera allí.

—Has estado callada.

Amelia levantó la mirada hacia la procedencia de aquella voz y se encontró con la expresión preocupada de Sara.

—Es que anoche tuve un sueño raro. —dijo Amelia—.Pero no le prestes atención. —Añadió restándole importancia con un gesto de su mano—. Mejor cuéntame ¿Qué haremos el viernes?

—Ya te dije que es secreto. —dijo la pelirroja en tono divertido.

Amelia sonrió y le tomó la mano apoyada en la mesa, para acariciar su dorso con lentitud.

—¿Estás segura? ¿Qué tal si intento convencerte?

—¿Sí? Sorpréndeme. —retó Sara siguiendo su juego.

La morena aprovechó tenerla a su lado para acercarse a su oído y susurrarle.

—Nos quedan 10 minutos de descanso. Podemos ir al baño de siempre y allá te sorprendo. —propuso Amelia y le guiñó un ojo.

Sara se giró para mirarla con asombro fingido.

—Pero qué traviesa.

Concorde

Había días en que su trabajo era caótico y el estrés podía superarla. Ser asistente de dirección no era algo sencillo; elaborar planes, supervisar el reparto y los equipos necesarios para la escenografía, y servir de enlace entre su jefe y el elenco. Era sus ojos, oídos y manos. Él, la mente que decidía todo. De quien estaba aprendiendo y a quien consideraba su mentor.

Julio Betancourt era un cincuentón estricto, del carácter que se adquiere con la experiencia en el mundo del teatro. Un español de nacimiento pero francés de crianza con el que conectó desde el primer día que se conocieron en persona.

Él había visto un gran potencial en Amelia. Ella creía que solo había despertado su nostalgia al descubrir que era española

La asistente que la precedió había renunciado por temas familiares dejando la vacante libre. Y cuando Amelia inició en su cargo, ya se había realizado las audiciones y contrataciones, y comenzado el montaje. Fue un reto que la morena aceptó gustosa.

Durante las primeras horas de la mañana en que Julio y Amelia revisaban la programación del día, el director la sorprendió con un halago que ella aceptó con cordialidad y siguió leyendo el documento en su mano.

—Tienes un tic muy extraño. —comentó de la nada. Amelia alzó la vista para mirarlo extrañada—. Soy muy observador, cosas del trabajo. Y tiendes a jugar mucho con tu dedo anular cuando estás pensativa. —dijo de la forma tan directa que lo caracterizaba.

El comentario sorprendió a Amelia pues había olvidado aquella costumbre inconsciente. Mucho más sabiendo que ya su dedo no tenía aquel accesorio que la acompañó por tantos años.

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