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OCTUBRE
Como si no fuera suficiente lidiar con el montón de notitas que Kyros manda con diligencia, y que yo retaqué dentro de uno de los cajones de mi pequeño escritorio, Verity ha traído una carta, firmada por su majestad imperial; es decir, el señor ojos de lobo, para informarme que mis lecciones comenzarán hoy mismo.
No puedo rechistar, porque sé que no me enseñarán lo básico que aprendí en la mansión de padre y fue recalcado por frías institutrices. Siendo una niña me enseñaron a utilizar cada utensilio y cubierto, cómo ser una buena anfitriona y la manera correcta de reverenciarme ante los demás.
Fui el tesorito de mi padre durante mi infancia, porque yo cumplía con cada orden con tal de que no me devolvieran al orfanato, y a los demás adultos les agradaba estar con una pequeña tan bien portada que tenía mejillas sonrosadas y no discutía cuando la mandaban a tocar para los demás o leer en voz alta.
Yo lo odiaba. Odiaba ser ese títere que se movía al antojo de mi padre, porque lo único que gané de comportarme como una señorita hecha y derecha fue a un montón de pretendientes que mandaban un montón de regalos que Brant echaba a la basura.
Por lo menos, ahora escondo las cartitas de Kyros por gusto y no por culpa de una amenaza de mi hermano.
En fin, mis clases tratarán sobre la historia del imperio de Scorpius; las Casas nobles que lo habitan y sus miembros más influyentes, las jerarquías que existen dentro de la corte, las relaciones entre familias poderosas y los parientes del árbol genealógico de Kyros. Lo necesario para ser una emperatriz que en su vida ha experimentado la vergüenza.
Yo no quisiera levantarme de la cama otra vez, estoy muy cómoda con mi camisón de tirantes y mi cabello suelto mientras como galletas de avena remojadas en leche caliente espolvoreada de canela. Pero el deber llama y no quiero que el señor ojos de lobo decida colgarme por desobedecerlo.
Sigo sin creer en él.
...Bueno, más bien, ya desconfío un poco menos de Kyros. Aunque todavía sigue sin recuperar la estima que le tenía al soñar con sus ojos grises.
Él no me agrada, eso es lo que me he repetido desde que me besó la mejilla. Lo he escrito mentalmente unas mil veces, porque no importa lo haga o diga, Kyros no debe de ser importante para mí. No me importa negar lo que tenga que negar, si me voy a convertir en una mentirosa lo aceptaré antes de volver a experimentar a ese cálido escalofrío que me sacudió de arriba a abajo.
Me enseñaron que el amor es una pasión desenfrenada que es mejor evitar, porque eso hace caer en la tentación y yo no estoy dispuesta a arriesgar la poca divinidad que me queda. Un matrimonio debe de ser una relación amistosa, no una carnal y donde ambos se deseen como si no pudieran vivir sin el cuerpo del otro.
Pero... ¿Y qué tendría de malo desear a mi marido? Yo quiero a Kyros sólo para mí. A su cuerpo y a su mente también.
¡No! Ni en un millón de años estelares. ¡No me voy a dejar llevar por un mujeriego como él!